Novak Djokovic ha normalizado situaciones ilógicas. En Melbourne, su territorio fetiche, el serbio fue capaz de domar a una bestia como Andrey Rublev (6-1, 6-2 y 6-4) en dos horas. ‘Nole’ está a dos partidos de igualar a Rafael Nadal en Grand Slam —con 22 trofeos— y de recuperar el número uno.
Nadie parece capaz de frenarle. Las dudas ante Dimitrov fueron un espejismo. Sus molestias —ciertas o no— ya no existen, aunque el vendaje en el muslo izquierdo persiste. Djokovic lo tiene todo. Su servicio reluce cuando el momento lo exige —salvó las cinco bolas de break de Rublev—. La derecha y el revés toman profundidad y encuentran la línea cuando él así lo desea. Al ruso, en este caso, no le quedó más que resignarse y gritar a la grada en repetidas ocasiones cuando en menos de 90 minutos lo tenía todo perdido (6-1 y 6-2).
Rublev abandonó la Rod Laver Arena y cuando regresó unos minutos después nada había cambiado. Djokovic, a sus 36 años, se desplaza como un adolescente. Es ajeno al transcurso del tiempo. Frente al ruso exhibió una defensa impropia de un ser terrenal. Daba igual que estuviese sobre la línea de fondo o tres metros por detrás. El punto siempre cayó de su lado. ‘Nole’ tiene más vidas que Murray.
El plan de Djokovic fue el mismo en el tercer acto, con un dominio apabullante desde el resto. Ese golpe que, hoy por hoy, marca la diferencia entre el serbio y el resto del circuito. Sus rivales saben que por muy bien que sirvan siempre les va a llegar una bola incómoda. De esta forma, Rublev tuvo problemas para conectar sus mazazos con regularidad. El ruso solo pudo rendirse y así sumarse a la larga lista de víctimas del serbio, capaz de tumbar —de la mano del big three— a una generación tras otra.
🔜 Tsitsipas en el horizonte
El rival de Djokovic en semifinales será Tommy Paul, que nunca antes había alcanzado esa ronda en un major. Las nueve veces que el serbio ha llegado hasta el penúltimo envite ha salido campeón. El estadounidense no parece una amenaza real. ‘Nole’ mira más allá, al otro lado del cuadro, donde presumiblemente le esperará Tsitsipas. El griego, que medirá fuerzas frente a Khachanov, sabe que es su hora. En sus vitrinas falta un Grand Slam y es el momento más propicio, siempre y cuando Djokovic muestre una versión más humana.
El tenista de Belgrado tiene la posibilidad de establecer registros que pueden perdurar para siempre. En caso de ganar, sumaría diez trofeos en Australia, algo difícilmente repetible. En el global, igualaría a Nadal con 22 Grand Slam, con la sensación de poder engordar esa cifra este mismo año. De paso, recuperaría el número uno, para ampliar así su récord de semanas al frente de la clasificación ATP. Le quedan dos duelos, pero la sensación es que Djokovic va sobrado.