El Barcelona es el rey. Y ellas, Aitana, Mariona, Hansen, Salma, Paredes, Guijarro, Alexia, Coll, Rölfo —y todas las demás— son las reinas. El fútbol femenino continental solo tiene un color (o dos, más bien): el azulgrana. El Barça de Giráldez consiguió lo imposible al revalidar el título de campeonas de la Champions League, la tercera ‘Orejona’ de la historia culé, ante el Olympique de Lyon (2-0), la gran némesis por antonomasia del futfem en los últimos años. Para más inri, con goles de las dos jugadoras más importantes, relevantes y trascendentes de la historia del fútbol femenino español, las únicas balones de oro, Aitana Bonmatí y Alexia Putellas.
Campeonas de la liga, de la Copa, de la Supercopa y de la Champions. Póker de títulos, temporada perfecta. El Barcelona prolonga su hegemonía a costa de uno de los equipos más dominante que había existido, como es el caso de las lionesas, y conquista la tercera Champions de su historia para revertir un dominio que reposiciona al equipo culé como uno de los grupos más ganadores, importantes y legendarios de siempre.
SON LAS REINAS DE EUROPA 🏆@alexiaputellas levanta al cielo de Bilbao la Champions League para el @FCBfemeni#DAZNUWCL ⚽ #UWCLFinal pic.twitter.com/M3YutEHdFi
— DAZN España (@DAZN_ES) May 25, 2024
Aitana y Alexia, balones de oro en el Barcelona; reinas en Europa
¿Quién sino ellas? Aitana, Alexia; Alexia, Aitana. Los símbolos de un deporte, de un movimiento y de una generación, volvieron a brillar por encima de todo, de todos y de todas; y pusieron su sello en una de las noches más gloriosas de la historia del fútbol femenino español.
El Barça de siempre, dominador, construido en base al balón y las relaciones que se tejen de la tenencia del mismo. Después de las goleadoras, que acapararán las atenciones, los titulares y el brillo, el fútbol fue de Mariona Caldentey. Como siempre, desde el sector izquierdo como falsa extremo, la ‘9’ culé fue invisible para las francesas entre líneas. Asentó a las de Giráldez en el último terció, conectó a Aitana con la frontal del área y dibujó los ataques culés con la sutileza que acostumbra.
Brillante, reconocible, vertical en los pies de Graham, el Barça también fue sufridor, batallero, áspero. Con Engen e Irene Paredes erigiendo un muro infranqueable en el punto de penalti ante las constantes acometidas de las pupilas de Sonia Bompastor, con Cascarino, Dumornay y Diani embistiendo sin descanso cada vez que recuperaban y podían castigar la distancia y descolocación del bloque culé.
Pero el Barça, que ya lo sabe hacer casi todo, supo sufrir. No porque haya aprendido demasiado a hacerlo durante la temporada, donde su superioridad abismal —sin ir más lejos, solo hace falta comprobar el resultado de la reciente final copera frente a la Real Sociedad— en las competiciones domésticas apenas ha podido enseñar su capacidad de resiliencia y resistencia. Solo el Chelsea, también en Champions, lució el callo del nuevo e imbatible Barça. Las blue llevaron a las azulgrana contra las cuerdas, las exigieron como nadie y les recordaron la dificultad de habitar el olimpo durante largas estancias de tiempo. Una vez superado el reto, estaban preparadas para todo.
Compitieron, defendieron cuando debieron hacerlo, y golpearon primero. Mariona, trilera entre líneas enemigas, lanzó a Aitana rumbo a la eternidad y el Barça se puso por delante. La Balón de Oro iluminaba el principio del fin de la maldición ante el Lyon; Aitana ponía el primer ladrillo de un imperio que las posiciona como el equipo más dominante del planeta. La segunda Champions consecutiva estaba más cerca; el triplete —póker de títulos— empezaba a ser una realidad.
Antes de celebrar, faltaba épica. El Barça necesitaba una imagen poderosa, simbólica, que trascendiera y se equiparase al nivel del hito conseguido. Y allá fue Alexia Putellas. La otrora jugadora más dominante del planeta, como si estuviera escrito de antemano, salió desde el banquillo con la única determinación de escribir su nombre la historia. El gol, el disparo, la celebración; la significación y la emoción que envolvieron el momento. El círculo se cerró. Y el Barça siguió siendo rey de reinas. Europa es azulgrana.