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El Real Madrid se deja el liderato ante el Rayo Vallecano

El Real Madrid no consiguió mover el marcador ante un correoso Rayo Vallecano (0-0) y volvió a adolecer de falta de puntería y finura en los últimos metros. Con ello, los de Carlo Ancelotti pierden el liderato en pos de un Girona que ya les saca dos puntos de ventaja.

🧤​ Dimitrievski, héroe en el Bernabéu

El Real Madrid empezó el partido con prisa. Demasiada, quizás, porque Martínez Munuera obligó a repetir el saque inicial por adelantarse a sus órdenes. Obviando que ya había pasado más de una semana, querían seguir tal y como terminaron en Montjuïc ante el Barça. El objetivo, por tanto, era claro: resolver cuanto antes para asentarse de nuevo en el liderato. Pese a ello, el Rayo Vallecano no iba a rendir pleitesía tan fácilmente. Al igual que sus vecinos de la Castellana, necesitaban una victoria para satisfacer sus intereses. Mientras unos peleaban por lo más alto, ellos lo hacían por colarse en Europa. A estas alturas, los vallecanos tampoco iban a tener vértigo.

Francisco, que ha sido continuista con el legado de Iraola en el banquillo, planteó un partido largo. Sin renegar a un contragolpe ni a un hipotético intercambio de golpes, sabían que tendrían que defenderse. Y, si atravesaban la zaga, tocaba rezarle a Stole Dimitriveski. El macedonio, que ya es desde hace tiempo un portero de culto en nuestro fútbol, tiene esa aura especial de los días grandes en el Bernabéu. Entre lo que atascaron el encuentro los visitantes y el acierto de su portero, la efervescencia del Real Madrid se diluía. Ni la actuación más redonda de Bellingham como centrocampista (que no de todocampista, que es a lo que estamos acostumbrados) conseguía romper el empate.

Dimitrievski Real Madrid

Dimitrievski desesperó al Real Madrid con sus paradas.

❌​ Las prisas del Real Madrid, malas consejeras

Al Real Madrid le faltó un poco más de Vinícius durante el primer acto. El brasileño está llamado a desatascar estos partidos, y hoy, con Bellingham más encargado de otras tareas, todas las miradas apuntaban a él. No valía la excusa del buen hacer de Dimitrievski ni el atasco que generaba el Rayo, porque, como superestrella que es, solo cuentan los hechos. El brasileño, fiel reflejo de su equipo, lo intentaba sin acierto. Siempre faltaba el decisivo último toque. Y, si ese acierto definitivo aparecía, el gol no valía por fuera de juego. Entonces, al ver que se les estaba escapando el liderato, Ancelotti empezó a planear sus cambios. Pese a que el Bernabéu hubiese querido que debutase Arda Güler en este escenario de partido, el italiano prefirió reservarle en favor de jugadores con más experiencia. Era la hora de Kroos y Rodrygo. No quedaba tiempo para experimentos.

Vinícius, entre Joselu y Rodrygo en el Santiago Bernabéu

El paso de los minutos incomodaba más al Real Madrid y asentaba al Rayo cerca del área de Dimitrievski. Sabían que estaban ganando esa batalla mental porque la impaciencia de los blancos aumentaba paulatinamente. Tenían en sus manos ese punto que dinamitaba la liga y mantenía intactas sus aspiraciones europeas. El problema para ellos era el de siempre a estas alturas de la película. Cuando el Real Madrid tira más de corazón que de cabeza, es cuando la cosa se complica. Cada jugada a balón parado que lanzaba Kroos al área era un canto a la esperanza, como si en esa acción fuese a resolverse todo. Ahí daban igual los pecados de los de Ancelotti, aquellos que les habían dejado en esa situación límite. Solo importaba el que apareciese alguien para obrar el milagro.

Por suerte para el Rayo Vallecano, esta vez no hubo milagros de última hora en el Bernabéu. Habían sido tan sólidos en casa de sus vecinos que hasta consiguieron anular esa magia que solo pasa en la Castellana. Ahí lo tenían. El empate tampoco les ponía en puestos europeos, pero era más que suficiente. Quizás, el rayista que más lo disfrutó fue Míchel. Como leyenda en Vallecas y entrenador de este Girona líder, pocas explicaciones necesita su regocijo. El Real Madrid ha perdido la ocasión de asentarse en lo más alto, dejando la incómoda sensación de que lo tuvieron en la mano y no supieron mantenerlo. Una vez más, a los blancos les toca remar.

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