Domenicali, CEO de la Fórmula 1, dejó entrever su intención de implantar la carrera al sprint en más Grandes Premios —o en todos— «Estoy convencido de que hoy en día un viernes sin clasificación oficial pierde parte de su atractivo en comparación con los viernes al sprint», señaló en declaraciones a la Gazzetta dello Sport. Una decisión que, según sus palabras, tomarán «al final de esta temporada». Esta idea nace únicamente tras vislumbrar la atención que ha suscitado el cambio de MotoGP, que ha puesto en marcha este modelo todos los fines de semana. Pero, a día de hoy, no pueden compararse ambas competiciones.
🥱 La Fórmula 1 es menos atractiva que MotoGP
El principal error es precisamente seguir el rumbo que han marcado las dos ruedas. Domenicali cree que las motos han optado «por un paso radical» y él propone ir «poco a poco», pero tiene claro que los «fines de semana al sprint son populares». Obviamente, un mayor número de eventos incrementa el movimiento en el circuito, sobre todo los viernes, donde el tránsito acostumbra a ser más reducido. También, de paso, le abre la oportunidad a los organizadores para encarecer las entradas. Pero, ¿de verdad merece la pena una carrera al sprint en la Fórmula 1?
Desde luego, ahora mismo, no. Con el campeón sabido de antemano —un holandés llamado Max Verstappen que quizá os suene—, la carrera al sprint es redundar en lo mismo. O peor, porque no nos engañemos: la emoción en la F1 reside casi exclusivamente en la estrategia. Las carreras de media hora, sin paso por boxes, no tienen ni siquiera esa intriga. Por mucho que hayan establecido dos clasificaciones distintas, para los pilotos aún es un marrón exponer su monoplaza y recibir sanciones. Casi mejor ni correr, como dijo Fernando Alonso.
Establecer una comparación con MotoGP, que ha florecido este curso con el resurgir de Marc Márquez, la llegada de Pedro Acosta y la valentía de Jorge Martín para desafiar a la Ducati Oficial, es algo menos que insultante. En una carrera al sprint de motos hay tiempo suficiente para vislumbrar decenas de adelantamientos; en la Fórmula 1 —y más con la abundancia de circuitos urbanos—, las oportunidades, en igualdad de condiciones —casi todos optan por el mismo compuesto—, apenas existe emoción.
¿Generan más momentos de interés a lo largo del fin de semana? Sí. ¿Permiten al circuito atraer a más aficionados y aumentar sus ingresos? Sí. ¿Es un error a largo plazo implantarlo en todas las carreras? También. Y no lo digo yo, lo dice Max Verstappen, el hombre que más victorias (6) ha cosechado en las pruebas cortas.
😕 Un problema en el tiempo
El holandés lo dijo el año pasado, cuando argumentó que la carrera al sprint le restaba protagonismo a la principal. Desde luego, eso es algo a tener en cuenta. Tantas citas frente al televisor —dos clasificaciones y dos carreras repartidas en tres días— pueden provocar que el espectador pierda el foco de lo realmente importante. ¿Suma para el palmarés? ¿Subirse al podio un sábado tiene el mismo mérito? No. Pero corremos el riesgo de que las futuras generaciones lo desconozcan y caigan en la trampa.
Por no hablar de que se aparta de la competición a un alto porcentaje de los aficionados si las pruebas se realizan un viernes. Al contrario que sucede en el fútbol, el baile de horarios provoca que la clasificación al sprint —o incluso la carrera— se produzca en horario laboral en gran parte del mundo. La imposibilidad de verlo puede generar un desapego que se derive con el tiempo a las pruebas principales.
Todos estos inconvenientes se unen al que subyace en los propios equipos: la dificultad para sacar conclusiones de cada cita del calendario con solo unos entrenamientos libres. Para los pilotos, más tensión. Todo, en una etapa en la que el calendario se ha expandido hasta batir récord de Grandes Premios.
La F1 actual debe abordar otros problemas como el escaso desgaste de las gomas o el peso de los monoplazas. El aumento de ingresos no debe nublar la vista de Liberty Media ante el problema que impera ahora mismo en una competición aburrida y monótona. La solución no pasa por hacer algo nuevo, sino por mejorar lo que hay.