dani ceballos
✍️​ Opinión

Dani Ceballos, «lie like you love me»

Entona Rosalía la enésima melodía pegadiza, de esas que te infectan sin solución de continuidad en cuanto entran en contacto con tu sistema auditivo, en LLYLM, su último hit popero, ligero y devastador, al estribillo de «lie like you me«. Seguro tararea Dani Ceballos un ritmo parecido y repite un mantra idéntico mientras se desvive por el maltrecho césped del Bernabéu en cada oportunidad, casual o merecida, que Carlo Ancelotti le brinda de mostrar al graderío sus dones… mientras, de paso, le ruega parchear las heridas de un equipo que amenaza con desmembrarse.

«Miénteme como si me quisieras».

 

Decía la verdad ‘Carletto’ cuando confesaba haber sido «injusto» con el todocampista utrerano en el ya olvidado principio de curso. Pero en su ejercicio de honestidad, el técnico italiano también mostraba su habilidad para mentirse a sí mismo, pues Ceballos no tardó en quedar relegado a la necesidad, fase inherente al Real Madrid como club, a todas luces ineludible en vistas del calendario —Mundial de Catar incluido— y la (in)consecuente planificación de mínimos.

Todo aquel que forma o ha formado parte del ecosistema blanco corre el riesgo, siempre que no ocupa la primera línea, de vagar entre la segunda, la tercera y el olvido. Incluso aquellos que un día fueron front-man pueden agonizar en un karaoke de carretera. El banquillo es la cuna de la duda. Y, en el peor de los casos, las dudas de los que están abajo, la carnaza de los arriba, ocupantes de anfiteatros de la Castellana, implacables con la medianía. Por más que en enero de 2023 no lo parezca, Ceballos pudo ser otro de tantos… de no ser por su arrolladora personalidad, psíquica y futbolística. Ceballos es cómo juega: un aluvión de energía, frenesí y carácter. Ansioso sin la pelota, hiperactivo con ella.

En un Madrid tan escaso de recursos individuales, limitado en su concepción y profundidad táctica, imprevisible en su evolución y despreocupado de sus carencias, un perfil de la cantidad y calidad de Ceballos es un argumento de plantilla que, de golpe y porrazo, redondea varias aristas con su sola presencia. Organizador, mediocentro escudero en la base, interior receptor de primera o segunda altura, presionador, bregador e hilandero de coberturas. Un jugador que abarca, choca y ensucia si el equipo espera y o que junta, cose, une y cementa a los suyos cuando pretenden avanzar como un solo ente con la posesión en su poder. Su paso por la Premier League incorporó marchas a su carrocería, encumbró su don innato para esconder, girar y escapar y revistió su naturaleza competitiva de resiliencia y utilitarismo.

Extraña su situación, incluso contractual, porque el sevillano tiene herramientas en su caja para cualquier ñapa. Y el Madrid está de obras. En la escasez de repuestos y la ausencia de titulares, con las bajas estructurales de Tchouaméni, Alaba o Mendy, el nivel de Modrić o Valverde o la redoblada exigencia sobre Militão, Nacho, Kroos, Vinícius o Benzema, el equipo perdió «su identidad»; que no es otra que la de sus jugadores, vaya. Sin plan de contingencia, a Ancelotti le tocó sufrir; ergo, improvisar.

«Para ser y cambiar.
O no ser y disfrazar».

Entonces, entre idas y venidas, Ceballos y Camavinga —inmerso en un repentino casting— asomaron como las (únicas) soluciones con la suficiente variedad de registros para dar con el problema y volver a dotar de cierta colectividad al desubicado grupo merengue, que se dejaba arrastrar por el oleaje del juego rival sin demasiada tabla a la que agarrarse. Con el francés desde el lateral izquierdo y el andaluz omnipresente, (además de Rodrygo, de vuelta a escena en el pasillo central, su patio de recreo), los chicos de Ancelotti olvidaron su incapacidad a la hora de retener la pelota, perdieron el miedo a meter la pierna y dejaron de amedrentarse ante cualquier atisbo de mordiente rival.

Con Vinícius sobre la cal, amenazante para con la línea defensiva rival; el descenso en apoyo de Karim; Camavinga de cara, abierto; y Ceballos en su pista de despegue particular desde la zona de interior izquierdo, el bloque blanco volvió a lucir patrones para construir desde atrás y retener el balón como máxima, a la par que duplicó sus competencias a la hora de morder arriba si los ataques que construían resultaban fallidos. La dupla, que además de abrigar a Vinícius en el sector izquierdo, protege al pivote (Kroos) y multiplica la ocupación espacial o el tesón físico, facilita que el Real Madrid ataque mejor, defienda mejor y vuelva a competir.

Aunque la relación, —la confianza, los minutos, su presencia y responsabilidades— como tantas malas relaciones, nazca de la carencia y en ningún caso de la abundancia, a Ceballos parece bastarle. Se deja engañar con tal de tener la oportunidad, por mínima que sea, de conquistar a Carlo Ancelotti.

«Maybe at the end
It becomes real enough for me
I don’t need honesty
Who needs the honesty?
«

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