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✍️​ Opinión

El ‘Dieguenazo’: la confesión de Nacho a La Cibeles

Ayer, el lado blanco de Madrid se fue de fiesta a la hora del vermut. Tras tanta polémica (por incomprensión) con la celebración en Cibeles, el Real Madrid celebró el título en Cibeles. Allí, en medio del show que tenía a Ancelotti como el mejor director de orquesta posible, Nacho Fernández dejó una de las imágenes de la temporada. Nunca nadie trató con semejante cariño a la diosa ni se paró tanto tiempo a conversar con ella. Resumió, en menos de un minuto, todo el trasfondo de su carrera. Él solo quería despedirse bien, y lo consiguió. Puede irse en paz.

La despedida de Nacho se merecía su ‘Dieguenazo’.

🤍​ El esperanzador final de Nacho

Puede ser que esté muy pesado con las despedidas, pero no es por mi culpa. O, al menos, no tengo toda la responsabilidad. El mes de mayo supone el final de la temporada en el fútbol de clubes, lo que provoca que llegue el momento de decir adiós. Si se le suma que uno de mis mejores amigos se ha ido a vivir a Australia y otras condiciones vitales similares, da lugar mi obsesión con el desenlace. Y es que, para más inri, se va Nacho del Real Madrid. El chico que no falla nunca, que está para un roto y un descosido, se despide del club de su vida. Ver como susurraba al oído a la diosa fue tremendamente emotivo. En un deporte que cada vez deshumaniza más a sus estrellas y frivoliza cualquier gesto, fue un conato genuino de autenticidad.

Nacho, como capitán del Real Madrid, debería tener presupuestada otra visita en tres semanas, aunque él decidió que era persona antes que leyenda blanca. Como cualquier hijo de vecino, el de Alcalá tuvo miedo de no poder decirle a la diosa Cibeles todo aquello que pensaba. ¿Y si perdían en Wembley? Por mucho que no entre en la mentalidad madridista de ganarlo todo, sí lo hacía en la cabeza de un hombre que llegó siendo un niño al club de su vida. Nacho se quiso quitar la espina de todas aquellas veces que dijo adiós, pero que no pudo decir más. No quería que el resto de su vida estuviese marcada por lo que no hizo cuando tuvo la ocasión.

Nacho Fernández, el ángel de la guarda que nunca abandona su escudo

Posiblemente, nunca sabremos lo que le contó Nacho a La Cibeles. No obstante, no es demasiado difícil de imaginar. Basta con retrotraerse a la experiencia personal, a los momentos en los que una despedida que era un punto y aparte acabó como un punto y final. Como cuando un ser querido se va y no puedes ni preguntarle algo tan banal como si abrió el buzón por la mañana. Nacho vació todo el dolor, el agradecimiento y la frustración de dos décadas con La Cibeles. Pese a estar rodeados por miles de personas, se sintió como algo privado. La complicidad de ambos hizo que el centro de la capital se convirtiese en su salón. Todo terminó con otra muestra de cariño y la promesa de no olvidarse nunca. Dice la leyenda que fue tan perfecto que hasta la imperturbable diosa cambió el gesto.

Sinceramente, me gustaría aspirar a despedirme tan bien como Nacho. Implicaría vivir sin las cargas de todo aquello que no dije cuando debía. De momento, y sin ser consciente, así lo hice con mi amigo antes de que se marchase a Sydney. Cumplí, y así seguiré. Entre el final de temporada y otras situaciones vitales inherentes al mes de mayo, podré practicar de cara a otras despedidas más difíciles. Sería el título más grande de mi palmarés, no tengo ninguna duda. Y es que, si saber despedirse también es lo más importante que hay en las vitrinas del jugador más laureado de la historia del Real Madrid, será lo más importante que hay en la misma vida.

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