Dieguenazo Barça
✍️​ Opinión

El ‘Dieguenazo’: el Barça, atrapado en un control de tráfico

Si el Girona era el equivalente a la pureza y la ilusión de la Navidad, el Barça es lo contrario. Mientras unos representan el espíritu de esperanza que supone ir a ver las luces al centro de la ciudad, los otros vendrían a ser la masificación desorbitada que nos obliga a replantearnos seriamente las escasas opciones de supervivencia que alberga la humanidad. Su empate ante el Valencia es otro bache más de una xavineta que necesita pasar por taller de inmediato. Y esto nos lleva, irremediablemente, al otro siguiente contratiempo de las fiestas navideñas: los controles de tráfico. El Barça está en un tedioso atasco de esos que se producen en los accesos a los centros comerciales cuando hay que comprar regalos, con un control coronando la fila, sin ITV y con el cava de la cena todavía dando vueltas en su cabeza.

No se podían quedar sin un ‘Dieguenazo’ navideño.

🚘​ El atasco del Barça

Últimamente hablo mucho de mis vivencias por aquí, como si el fútbol fuese una excusa para contaros mi vida. Ahí está la gracia. O no, yo qué sé. La cosa es que, hasta el sábado a las 23:59, mi espacio iba a estar dedicado sí o sí a la cena de Navidad de Legal Sport, celebrada con rotundo éxito el pasado viernes en Savaina. El símil deportivo estaba claro en mi mente, pero no con qué anécdota conectarlo sobre lo vivido durante la cena y la poscena de empresa; que estén tranquilos mis compañeros, que no tiraré la primera piedra. Así pues, saltamos al sábado, cuando cogí el coche sin beber una gota de alcohol —seguid mi consejo, por favor—, decidido a volver a casa tras reencontrarme con mis compañeros de la universidad… y estuve una hora en un tramo de cinco minutos. Sin ser del Barça, entendí lo que deben sentir sus aficionados. No avanzan; no ven forma de salir en ninguna dirección.

Lo peor de esos atascos, sobre todo los que preceden a los controles, es que te ponen tenso. Ya puedes llevar el coche en regla e ir en perfectas condiciones, que de esa inquietud no te libra nadie. Te sientes como si te interrogase el FBI y crees que, tras una hora en el mismo sitio, vas a salir de aquello con una multa. El Barça, inmerso en su reconstrucción, vive con esa incertidumbre. «¿Merecerá todo esto la pena?», debe pensar el culé, aquel que estaba acostumbrado a vivir con la genialidad de Messi día a día. Ganar la liga debió sentirse como un pequeño momento de felicidad en el que la congestión se reduce. Pero solo era el paso previo a un nuevo parón. Han avanzado, pero sin moverse del sitio.

Cuando llevas un rato metido en estos atascos, ya empiezas hasta a dudar de si sabes poner bien el coche en primera. Lo que debería salir natural, deja de fluir de la misma manera. El Barça, cuya forma de sacar el vehículo es mediante el tiki-taka (o tiki-taki según Koeman), ya no sabe si lo hace bien. Por muy mecanizado que esté, no funciona. Ahora calan el motor más de lo normal. Las retenciones ahora también las provocan ellos, y la correspondiente frustración de los que les acompañan en esta travesía. Como en las gradas, se oyen pitos.

Jamás pensé que compararía a un conductor enfadado en un atasco con la afición del Barça, pero en esas estamos. Hasta ahí llegó mi genio creativo antes del control cuando, de pronto, el flujo de ideas se cortó de raíz. Había llegado la hora: tocaba rendir cuentas ante el agente. Su sola presencia me invitaba a pensar que me estaba perdonando la vida por el mero hecho de existir. Soplé, y bien. Todo en orden. ¿Entonces? El problema era otro, más absurdo y básico: me habían parado por llevar las luces antinieblas puestas. Las debí encender sin querer, claro, fruto del estrés que provoca la espera, la incertidumbre y el mero hecho de sentirse en la cola de espera para ser condenado en el Juicio Final. «¿Sabes que te podría multar con 200 euros por esto?» Negué con la cabeza. ¿Quién iba a saberlo? Una vez cumplido el objeto de la intimidación, sin más fin que asustar, las apagué y recibí, a cambio de mi cara de susto, el billete hacia la libertad. Quizás, y solo quizás, el Barça debería poner cara de susto y revisar sus antinieblas, por básico que parezca, si quiere salir del atasco de una vez por todas.

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