LUIS ALBERTO LAZIO ITALIA DIEGUENAZO
Opinión

El ‘Dieguenazo’: Luis Alberto se va de la Lazio, y yo de Italia

Este fin de semana estuve en Italia en busca de contenido para esta columna. Que no os engañen: no fue un viaje de placer, sino de negocios. He hecho tantas fotos para acordarme de todo lo que hice, y así poder contároslo mejor. Es más, fui a ver un partido de fútbol para sacar más vivencias. Me tocó ver a la Lazio de Luis Alberto contra la Salernitana, porque un español en el extranjero solo ve a otro español en el extranjero y a nadie más. Hizo un partidazo, le aplaudieron y dijo que no iba a seguir en el club. Toma ya. Otro día más, un compatriota triunfa lejos de casa.

Fue un resumen perfecto de mi travesía por el maravilloso país transalpino, y esto se merece un ‘Dieguenazo’.

🇪🇸 Luis Alberto, Quevedo y el patriotismo lejos de casa

El itinerario de mi viaje oscilaba entre Roma y Milán. Iba a vivir las diferencias entre el sur y el norte de Italia en un mismo fin de semana, pero me daba igual. Yo solo quería ir al fútbol, porque coincidía con un partido que me pillaba a mano. La Lazio se enfrentaba a la Salernitana un viernes por la noche; planazo increíble. Conseguí liar a un amigo para no ir solo, y teníamos unas buenas entradas. Pese a que llegamos tarde por tomarnos una pizza al taglio —que estaba horrible—, no tardé en enamorarme de Luis Alberto. El impacto visual de su fútbol fue tremendo. Fue al único al que no le pitó una afición que se enfadaba con todos, incluso ganando al colista.

Al acabar el partido, seguía atrapado en lo que acababa de ver. Hasta me compré una bufanda de la Lazio de recuerdo. Para no pensar en cómo me acababan de mangar 10 euros por un trozo de tela de una calidad ínfima, me preguntaba por qué no habría querido Luis Alberto volver a España. Era mi particular Imperio Romano. Entonces, como si me estuviese leyendo la mente, anunció sus intenciones de marcharse a final de temporada. Ya no me parecía tan cara la bufanda de recuerdo, y posiblemente ya no sonase tan mal lo de una repatriación. Más aún, claro está, cuando vi la reacción de los parroquianos de la Lazio en el autobús de vuelta al centro de Roma. «Spagnoli di merda«, me pareció entenderle a uno. Luis Alberto había pasado de 100 a 0 en media hora.

Italia, la ‘nuova scuola’ de entrenadores de élite

Por mi parte, yo estaba ofendidísimo. ¿Cómo le iban a decir eso a un tipo que jugaba tan bien? Venga, hombre. Iban pasando las paradas en lo que llegaba a mi alojamiento y olvidé por completo que estaba en una zona giallorossa. La mirada furtiva y amenazante de otro viajero me advirtió de que me tocaba guardar la puñetera bufanda. Ya me había enfadado con los de la Lazio, por lo que tampoco iba a buscar líos con los de la Roma. Ni el Aperol Spritz que me tomé al llegar arregló mi cabreo: se estaban metiendo con Luis Alberto, uno de los míos. Me entró lo que yo llamo el patriotismo de Erasmus, que no deja de ser un amor por tu tierra que solo se cristaliza cuando te vas. Me dieron ganas de hacer una salsa carbonara con nata y champiñones como venganza, pero me fui a dormir porque tenía que coger un tren al día siguiente.

Tras tres horas de viaje, llegué a Milán. Por mucho que fuese mi ciudad favorita después de Madrid, iba a ser el lugar en el que se cristalizaría mi vendetta por Luis Alberto. Lo mejor es que ni la llevaría a cabo yo, sino otro español ilustre. Aquel sábado salí de fiesta por la zona, y los locales cantaban más las canciones de Quevedo que las suyas. Verles cantar ‘Columbia‘ era la humillación que necesitaba, porque es el himno de España a falta de que le pongamos letra. Y no sabéis cómo lo bailaban. Un canario había vengado a un gaditano y a un madrileño en la noche milanesa. Este es el concepto de país que defiendo, el que solo se une para decir que Iniesta es mejor que Pirlo. No deja de ser una pelea entre primos, pero qué bien sienta ganar a los italianos. Así, con mi venganza por Luis Alberto hecha, me fui. Veni, vidi, vici‘, pero a lo bajini, como los Williams. Arrivederci, Roma e Milano.

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