La guerra de los Cien Años, como nos recuerda amablemente Wikipedia, fue un conflicto armado entre los Reinos de Francia e Inglaterra que duró 116 años. Más concretamente, desde el 24 de mayo de 1337 hasta el 19 de octubre de 1453.
El conflicto buscaba resolver por la fuerza quién controlaría las tierras que los monarcas ingleses habían acumulado desde 1154 en territorios franceses, tras el ascenso al trono de Inglaterra de Enrique II Plantagenet, conde de Anjou. La guerra se saldó finalmente con la derrota de Inglaterra y la consecuente retirada de sus tropas de tierras francesas (salvo de la ciudad de Calais).
Hoy día muchos lectores de diarios deportivos podrían pensar que la guerra de los 100 años es la que enfrenta a la Liga con la Federación de Fútbol; o a Tebas con Rubiales.
Pues no. Como hemos visto, fue otra, aunque existen similitudes. Por ejemplo, una parte del conflicto quiere controlar tierras —en este caso, asumir competencias— en el territorio de la otra. La Liga quería hacerse con el control de la liga femenina y lo consiguió (¿Calais?). Ahora, también del fútbol sala y de la Primera RFEF (tercera división, si atendemos a una numeración práctica), para lo cual ha creado sus propios núcleos de poder. ¿Lo conseguirá?
La otra parte se defiende y procura que los invasores abandonen el terreno y retornen a sus casas. ¡Ingleses a Inglaterra! La RFEF defiende sus posiciones, sus competencias, esencialmente porque son suyas por mandato legal y por regulación de las organizaciones internacionales del fútbol. ¿Basta con tener razón o hace falta algo más?
La Liga debería tomar nota de cómo acabó la guerra de los 100 años (aunque fueron 116). Se lo recomiendo. Igual que recomiendo a los lectores ilustrados que repasen la intrahistoria de esa guerra. Pasaron muchas cosas e intervinieron muchas potencias. Se forjaron personajes que han pasado a la historia de la humanidad, como Juana de Arco; otros son recordados como auténticos miserables.
Y, por cierto, el desencadenante final de la derrota inglesa fue una rebelión interna. Ahí lo dejo.