✍️​ Opinión

La paradoja Haaland

Permitidme la batallita, que tiene entre poco y nada de fantasiosa, más si cabe en los tiempos que corren, con más parabólicos que parábolas. El caso es que lo supe desde el primer momento que le vi. Como un shock. Suena a cuento ñoño de primavera, así que olvidad las flores y quedaos con el bicho revolotea a su alrededor. Un bicho que iba a arrasar con todo y no dejaría nada (ni nadie) a su paso. Analicé detenidamente y escribí detalladamente el día que Haaland metió tres triples en un partido de fútbol. Ya entonces me encogió su obsesión, compulsiva, demoníaca; estaba destinado a comerse el fútbol.

A partir de ahí, lo demás; lo único que cabía esperar de un tipo como ese. Haaland nació envuelto en su propia paradoja y no tardaría en trasladar la cuestión a las altas esferas y los altos mandos que las ocupan. Rápidamente, Erling se elevó entre los humanos, como un ser futurista, cuasi perfecto, robótico. Pero la cuestión Haaland parece enraizar más con el pasado que con el futuro, por sus formas primitivas y sus conductas instintivas. Es una fuerza de la naturaleza, arrolladora y devastadora. Imagino a los staffs desbrozando la confrontación con el noruego como un escuadrón militar prepara la contingencia territorial antes de un cataclismo. ¿Qué hacer en Japón contra los terremotos? ¿O en Tailandia con los tsunamis? ¿Cómo parar un huracán o frenar una erupción? Pues con Haaland pasa un poco lo mismo, porque si te abres, te mata; y si te cierras, te remata. Si puede correr, a ver quién le pilla; y si ya está en el área… pues eso.

La llegada del noruego a Mánchester era poco menos que la anunciación del colapso. Como si el objeto inamovible y la fuerza imparable dejasen de chocar para converger. Aquí entra en escena el City, un equipo pluscuamperfecto, en constante regeneración y aprendizaje, ideado por una mente incansable, una cuyo genio creativo, casi onanista, se retuerce y regodea en busca de nuevos registros que palien impurezas invisibles. Guardiola se despojó de los tabúes posesionales y posicionales para emerger como un erudito del pragmatismo, el fútbol líquido, indescifrable y cambiante. El City no solo es un equipo de Pep: también ha sido una roca de cuarzo a lo largo y ancho de toda fase defensiva, un arma letal en transición y un cubo —que no Kubo— de Rubik de una forma y un color para cada momento a la hora de girar una y otra vez hasta dar con la combinación.


«We look up. For weeks, for months, that is all we have done. Look up. And there it is; the top of Everest. Only it’s different now: so near, so close, only a little more than a thousand feet above us. It is no longer just a dream, a high dream in the sky, but a real and solid thing, a thing of rock and snow, that men can climb. We make ready. We will climb it. This time, with God’s help, we will climb on to the end«.
Tenzing Norgay


Rumbo a la cima, Pep entendió que había que soltar lastre. En lo que desde entonces pasaría a ser una lucha de egos pactada en el silencio, de extremos dialogantes que se expresan a través de su talento y no de su soberbia, Pep aceptó que el City no sería su City mientras el noruego estuviera de su lado: también sería el City de Haaland. Tal es la magnitud del nórdico que, sin pretenderlo, redujo la obra de Guardiola, compleja y profunda como pocas, a sí mismo. Ahora, las preguntas importantes (”qué”, “cómo”) ya tenían respuesta. El técnico podía volver a sus obsesiones: detalles, minucias, centímetros, la Champions; y Haaland, a la suya: el gol.

En Copa de Europa, donde habitan los mejores, los más sabios y los que mejor conocen sus emociones, donde ganar pasa por asumir que no podrás controlarlo todo y serás dominado, tener un Haaland (como quien dice “tenemos a Hulk”, ¿eh?) supone ir un paso más allá. Ese combate íntimo, interno y enfermizo que Haaland disputa en su cabeza es la única arma innata, no entrenable, replicable ni ensayable, infalible ante la relajación, la destensión o la duda, funestas compañeras en la empresa continental. Si mete 5, querrá 6; si mete 6, querrá 7. Si no ha metido… bueno, entonces solo no lo ha hecho todavía.

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