Mestalla
✍️​ Opinión

Resolución del TAD sobre los hechos de Mestalla: brotes verdes

Hoy hemos conocido la resolución del Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) en relación con los hechos sucedidos en el campo del Valencia el pasado domingo. Sus miembros han resuelto mantener la última decisión de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) de cerrar la grada Kempes de Mestalla durante los próximos tres partidos.

Esta resolución implica un cambio radical en cuanto a los planteamientos hechos por el propio Tribunal en los últimos años. No lo digo yo, lo dice el propio TAD a través de ella. Me alegra, y felicito a sus miembros por este cambio.

Un nuevo presidente, unos nuevos miembros y brotes verdes en un Tribunal que vuelve a sus orígenes, de los que nunca se debería haber apartado.

Mucho se ha discutido en los últimos meses sobre el TAD, sobre su rol y sobre el modelo disciplinario deportivo de nuestro país. Seguramente, ha sido el debate más intenso en el paso de la nueva Ley del Deporte por las Cortes.

Sea cual sea el modelo disciplinario en el deporte, este requiere que los órganos que ejercen la potestad disciplinaria —y, principalmente, el TAD— tengan tres cosas: sentido común, conocimiento del deporte y conocimiento del derecho. Alguien podrá decir o pensar que el orden está equivocado. No lo está. Es el orden necesario: sentido común, conocimiento del deporte y conocimiento del derecho.

Los Comités Españoles de Disciplina Deportiva y los TAD de hace unos años tenían las tres cosas; y, además, por ese orden. Tuvieron siempre sentido común, conocían el deporte y, por supuesto —y esto debe ir de suyo—, conocían el derecho.

Hace años, el TAD, presidido por un prestigioso jurista —este, sí— como es Enrique Arnaldo, se caracterizó porque todos sus miembros hacían gala de sentido común en sus resoluciones, conocían el deporte y, además, eran prestigiosos juristas.

Después, se entró en una etapa de desconcierto absoluto, con dos presidencias distintas y con miembros nombrados a condición de que no tuvieran demasiado conocimiento del deporte; y si, encima, ni tenían sentido común, como se ha podido ver en los últimos seis años, ni acreditaban tener demasiados conocimientos jurídicos, el resultado no podía ser otro que el ya conocido: un desprestigio total del órgano, unido a resoluciones que, una tras otra, han sido revocadas por la justicia.

Les faltó sentido común, no tenían ni idea del deporte y jurídicamente estaban con lo justo; y, además, se empeñaron en emplear jurisprudencia que estaba caduca y era inválida para los casos que resolvían. Así les fue. Es una lástima, pero así les fue en las dos últimas presidencias del TAD.

El nuevo presidente y el nuevo TAD se han estrenado con una bomba encima de la mesa. Y han acreditado que saben perfectamente cuál es el orden de su misión en este ámbito.

Primero, sentido común: haber hecho una cosa distinta a la resolución que han publicado hubiera sido una insensatez y haría generado un conflicto social, deportivo y político de dimensiones inimaginables. Así, pues:  primero, sentido común.

Segundo: conocimiento del deporte. Este Tribunal sabe perfectamente cuáles son los mecanismos y los engranajes del sistema deportivo, y cuáles son sus reglas básicas (los dos últimos presidentes del TAD nunca lo supieron).

Y tercero: si además sus miembros son —estos, sí— personas con conocimientos amplios del derecho y de las leyes público-administrativas (no como los anteriores, que tenían lagunas impropias del puesto que ocupaban), es lógico que sepan cómo el sistema jurídico público les permite hacer cosas que aquellos no se hubieran imaginado en su vida.

Que estos brotes verdes se conviertan en una cosecha abundante. De momento, pinta que sí.

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