El uso rudimentario de un buscador convencional de Internet revela que, en las últimas 48 horas, se han publicado casi 40.000 informaciones sobre los ataques racistas a Vinícius Jr. en medios de comunicación de todo el mundo.
Solo la mitad de ellas ha sido en medios españoles. En efecto, el asunto se ha ido mucho más allá de los Pirineos, tanto en cantidad como calidad. No son solo medios deportivos españoles los que están interviniendo en el debate con un número aún creciente de artículos de información y de opinión. Lo hacen también muchos de los principales medios generalistas que son referencia incuestionable a escala mundial: New York Times, BBC, Le Monde, NBC, The Guardian, Fox, Forbes, Time, La Repubblica, Frankfurter Allgemeine…
En cuanto a las redes sociales, baste con decir que Vinícius ha incrementado en más de un millón el número de seguidores de sus cuentas y que el movimiento “We are all Vinícius” es ya una imparable marejada de aceite en Twitter.
Esos que son tan “ecuánimes”
Muchos de los comentarios publicados en medios y redes sociales apuntan directa o indirectamente a quienes antes, durante y hasta después de lo acontecido el pasado domingo han negado esos ataques (“no le llamaron mono, sino tonto”, dijeron melifluamente y con urgencia, hasta que los audios y hasta el propio informe de LaLiga demostraron lo contrario); o, aún peor, los han justificado.
Son quienes vienen censurando a Vinícius desde hace varios años y hasta se han burlado de él “porque es un provocador”. Ya se sabe por qué lo es: baila de alegría — como otros muchos jugadores— cuando mete un gol; hace caños, gorros y regates imposibles que muestran poco respeto por los contrarios; se enfrenta a los adversarios que le hacen faltas violentas o le insultan para desquiciarle (a veces, parece ser, siguiendo instrucciones calculadas); protesta cuando no le pitan faltas evidentes; denuncia públicamente los ataques racistas que recibe… Una lista de continuas “provocaciones” en la cual sus autores no han incluido (aún) que Vinícius es joven y negro.
Porque es preciso ir a lo fundamental: eso que no desean ver los “bienpensantes” que, con tanta “ecuanimidad”, se han colocado de continuo en una confortable e impresentable equidistancia: “está mal que Vinícius reciba insultos racistas…, pero es que es un provocador, un arrogante… siempre está en medio de estos líos… en realidad, se los merece”.
Déjense de monsergas: lo esencial es que Vinícius es negro. Se le ataca porque es un negro que triunfa. Si no fuera negro y no triunfara, nada de lo expuesto en esa lista daría lugar a ataques verbal o físicamente tan violentos (sobre todo, racistas). Lo principal, lo que está en el centro del debate, es que se le ataca por ser negro. Todo lo demás es (ahora) accesorio.
Línea roja
Sí, “ahora”. Porque las agresiones a Vinícius han tenido (al menos) la virtud de convertirse en “un antes y un después”; y de trazar así una línea roja entre quienes no toleran el racismo en el fútbol y quienes, de una u otra forma, lo han justificado y aún justifican en el caso de Vinícius, acusándole de provocador y de arrogante.
Entre ellos, por cierto, se encuentran algunos cargos institucionales que se pretenden muy progresistas, como el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, y el portavoz del Ayuntamiento de Valencia, Borja Sanjuan, ambos dirigentes socialistas, para vergüenza de la clase política; y, a fin de que no falte de nada, también algunos periodistas y medios deportivos, para vergüenza de la profesión.
Tras la oleada de tinta que se ha vertido sobre el caso en los últimos días, casi toda ella defendiendo a Vinícius y desacreditando a quienes justifican las agresiones que recibe, la mayor parte de esos “ecuánimes” han reculado de manera vergonzante y se rasgan ahora las vestiduras proclamando un hipócrita “yo no he sido”.
Una grave actuación que pasa (una vez más) de rositas
La lista de esos vergonzantes “ecuánimes” puede hacerla el propio lector. Pero conviene no olvidar que hay un nombre propio cuya presencia en ella es grave y ominosa, por más que esté quedando en un injusto segundo plano: la de Javier Tebas, que fue uno de los primeros, ¡¡de los primeros!!, que censuró varias veces en Twitter, alguna con intolerable ironía, las denuncias hechas por Vinícius cuando no habían transcurrido ni 24 horas desde los incidentes de Mestalla.
Los expertos “bienpensantes y ecuánimes” se han apresurado a igualar su reacción con la de Luis Rubiales, presidente de la Federación —aupados parcialmente en un comprensible, pero en este aspecto muy erróneo, comunicado del Real Madrid—, cuando es obvia la distancia que hay entre decir que Vinícius ha injuriado a LaLiga y está manipulado por terceros (Tebas) y admitir que Vinícius “tiene más razón de lo que creemos” (Rubiales).
Lo cual conduce forzosamente a preguntar públicamente si los clubes de la Liga de Fútbol Profesional, que (man)tienen a Tebas como presidente de su asociación, admiten (aunque solo sea por omisión) que este les representa en su actitud ante el racismo; es decir: ante todo, criticar al jugador y no por primera vez; después, recoger velas con declaraciones autojustifcativas que no reconocen ni afrontan con honestidad el problema.
No es la primera vez que algo así ocurre; ni, por desgracia, será la última. Pero esto es algo que esos clubes están obligados a explicar, como mínimo, a los 200 jugadores negros que militan en sus filas. Igual que deben explicar a todos los ciudadanos españoles si y por qué se sienten bien representados por un individuo que, basado probablemente en una agenda propia, perjudica repetidamente la reputación pública del fútbol español, a escala nacional e internacional, con las constantes y chabacanas salidas de tono con las que inunda las redes sociales.
Claro que, bien pensado, igual no es lo peor que hace como presidente de esos clubes.