Todo deportista de leyenda tiene que tener un rival de batalla. Un contendiente con el que enfrentarse hasta superar sus propios límites. Leo Messi y Cristiano Ronaldo en el fútbol, Djokovic, Nadal y Federer en el tenis, Stephen Curry y LeBron James en el baloncesto, Marc Márquez y Valentino Rossi en el motociclismo y Simone Biles y Rebeca Andrade en la gimnasia artística. Las dos gimnastas han sido las estrellas de esta disciplina en los Juegos Olímpicos. Casi nadie duda que Biles con sus cuatro medallas, tres de ellas de oro, en París es la mejor gimnasta artística de la historia. Ya acumula 11 metales en las citas olímpicas. Sin embargo, tampoco se pone en duda que si no existiera Biles, ese trono sería para Rebeca, una brasileña de 25 años y 155 centímetros de altura que dejó atrás una favela para convertirse en un ejemplo de superación y de excelencia. Incluso para Simone Biles.
🤞 Un éxito debido al azar
«Creo que Rebeca me empuja a dar lo mejor de mí misma. Es una atleta y gimnasta fenomenal». No por ser la mejor, Simone Biles deja de mirar a su alrededor y elogiar a sus rivales. Entre Biles y Rebeca existe una rivalidad, pero también un respeto mutuo. La brasileña llegó a un gimnasio debido a que su madre, Rosa Santos, no tenía donde dejarla mientras trabajaba como empleada del hogar a unas dos o tres horas de su modesta casa en Guarulhos, una ciudad a 25 kilómetros de São Paulo. Rebeca era una pequeña enérgica y que no paraba quieta. Su madre recuerda cómo lo hacía todo brincando. Saltaba en las literas de su habituación, en los habitáculos de la casa, por la calle…
Fue a través de su tía cuando Rebeca encontró una vía de escape a todo ese nervio. La tía empezó a trabajar de cocinera en un gimnasio municipal de Guarulhos y comenzó a llevarse a sus hijas y a su sobrina. En ese centro, Andrade empezó a sorprender y todos entendieron rápidamente el talento que atesoraba. No tardaron en compararla con Daiane dos Santos, la campeona mundial brasileña y que fue pionera para abrir el camino para las posteriores gimnastas del país. Incluso la apodaron ‘Daianinha’.
El horario escolar de Rebeca fue adaptado a sus entrenamientos y su familia la apoyó a pesar de las dificultades económicas. Eso no evitó que alguna vez dejara de entrenar temporalmente por la falta de dinero. Pero todos insistían en su talento. Los esfuerzos, incluso los trayectos inacabables a pie hasta el gimnasio, eran pensando en la proyección de Rebeca. A los diez años fue seleccionada para estar en un grupo de alto rendimiento. La cosa se puso más seria. Se mudó a Curitiba y empezó a entrenar a tiempo completo. Dejó todo atrás para alcanzar su sueño. A 440 kilómetros de su ciudad natal empezó a explotar y a trabajar su talento para acabar asomando la cabeza en los Juegos Olímpicos.
💪 Un camino olímpico que comenzó en casa
El debut de Andrade en los Juegos Olímpicos fue en 2016 en Río de Janeiro. Con 17 años. Aunque no ganó medallas, fue presentada como una de las mejores gimnastas del mundo. El momento más crítico de su carrera fue la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha, que la llevó tres veces al quirófano y la alejó de las competiciones durante un largo período. Incluso estuvo a punto de retirarse. El Covid-19 le dio la oportunidad de disputar su segunda cita olímpica. En Tokio 2021 se mostró al mundo. La ausencia de Biles, retirada para cuidar su salud mental, le dio el espacio justo para brillar.
En la capital japonesa sumó un oro en salto y una plata en el concurso completo individual, lo que le catapultó a lo más alto en su país, donde socialmente el fútbol ha sido lo más aclamado y seguido. Salto a salto y pirueta tras pirueta se ha ido ganando su sitio en Brasil hasta convertirse en una heroína. Sus ejercicios con temas de funk de las favelas, Beyoncé o Anitta enganchan al mundo entero. Después de ese éxito fue bicampeona mundial en salto (2021, 2023) y campeona mundial individual en 2022.
En el mejor momento de su carrera, París la ha confirmado como una de las mejores gimnastas artísticas de todos los tiempos. Ha conseguido ganar cuatro medallas: oro en la prueba de suelo femenino, plata en el concurso completo, plata en el salto de potro y bronce en la gimnasia por equipos. Los mismos metales que Simone Biles, que sumó en la capital francesa tres oros y una plata. Andrade ha hecho historia. Se ha convertido en la atleta brasileña con más medallas con un total de seis, superando a Robert Scheidt y Torben Grael, representantes de vela que ganaron cinco medallas olímpicas para la delegación brasileña.
Cada uno de los triunfos de Rebeca Andrade son un grito de esperanza para todas aquellas niñas de familias humildes que rompen con la estética del cuerpo típico de gimnasta y que se empoderan ante el dominio de las atletas estadounidenses y chinas. Con 25 años, todavía tiene cuerda para rato. Su deseo es prolongar su carrera y llevar orgullosa la bandera de Brasil y los valores de humildad que le han acompañado desde que empezó a entrenar para aliviar su hiperactividad.