En medio de la vorágine optimista que envuelve a España en esta Eurocopa, hay un lunar. Álvaro Morata, pese a ser el capitán y tener unos números decentes, vive en el punto de mira de la crítica. Su relación con un sector de la prensa es especialmente amarga, y hay una gran parte de la afición que no le entiende. Por ello, la final emerge como el Día D para el delantero. Puede ser su último gran torneo con España, y su última posibilidad de conseguir su redención. No solo estará en juego la cuarta Eurocopa en Berlín.
Día 26 de la Eurocopa: que sí, que volvemos a estar en una final
😢 La incomprendida labor de Morata con España
Si el fútbol fuese pura estadística, no habría ninguna duda con Morata. Es el cuarto goleador histórico de la Selección española, y está a tan solo dos tantos de igualar a Fernando Torres. Luego, dentro de la Eurocopa, es el tercer goleador histórico del torneo. Se mire por donde se mire, son palabras mayores. Los problemas con el ariete madrileño llegan cuando se mezclan sus números con las sensaciones. Es un futbolista que no es vistoso, que destaca más por su trabajo que por su clase con el balón. Además, tiende al fallo en los momentos importantes. Ya sea por sus problemas con el fuera de juego o por su irregularidad goleadora, suele salir en la foto para mal.
No obstante, el trabajo de Morata va mucho más allá de los goles. Porque sí, un delantero no solo debe estar para marcar. El del Atlético de Madrid absorbe una cantidad ingente de trabajo en la sombra. Siempre presiona, siempre se mueve para generar espacios. No para. Aunque no sean ventajas de las que él puede aprovecharse directamente, es consciente de lo que genera. Nunca entendió su labor como algo individual, sino algo para el colectivo. Esa ausencia de egoísmo no es común en los delanteros, y es lo que permite que el engranaje de España funcione. Así se convirtió en un jugador fundamental para Luis Enrique en el pasado y para Luis de la Fuente en la actualidad.
España, vencedora en el marcador… ¿derrotada en la estadística avanzada?
El gran problema es que este servicio para el equipo solo la valoran los entrenadores. De puertas para fuera es mucho más complicado. Al aficionado promedio le cuesta entender ese valor colectivo si no aporta desde lo individual. Más aún cuando el ‘7’ de ‘La Roja’ lo han portado nombres tan ilustres como David Villa o Raúl González. Libra por libra, Morata pierde en la comparación. Nunca pesarán tanto sus desmarques como los goles del resto. Por ello, se puede entender el hartazgo del madrileño: tiene el brazalete, los números y el trabajo… pero no tiene el reconocimiento que debería. Siente que no se le valora lo suficiente. No solo tiene que batallar con los centrales, sino también contra una crítica feroz que mira con lupa todas sus acciones.
🇩🇪 Berlín, el lugar perfecto para redimirse
Pese a que Benzema y Morata son futbolistas (muy) diferentes, la carrera del francés es útil para trazar un paralelismo. El galo fue un jugador incomprendido en el Real Madrid, señalado por su falta de gol. Cuando desde la grada se llegó a pedir su salida inmediata del club, el fútbol le dio la oportunidad de redimirse. Desde que salió Cristiano Ronaldo en 2018, se convirtió en el líder de los merengues. Y, luego, en 2022 firmó la mejor actuación individual que se ha visto en una temporada de Champions League. A base de tocar metal, demostró que la crítica no llevaba razón. Supo refinar el gusto del Santiago Bernabéu mediante su trabajo silencioso. Morata, antes de poder coronarse en Berlín, va por el mismo camino.
No hay mayor bálsamo que la victoria. Con un triunfo, todo lo malo se olvida. Si el madrileño consigue levantar la Eurocopa, esa imagen borrará todas las críticas posibles. Por arte de magia, esa manía que se le tiene se transformará en agradecimiento. Especialmente, claro está, si supone su punto y final a su carrera como internacional con España. No sería raro que, tras esa hipotética conquista, se llegase a escuchar a más de un aficionado echando de menos su trabajo. Está a un partido de conseguir todo aquello por lo que ha peleado todos estos años.
Lo fastidiado (e injusto) es que se va a tener que jugar todo a una carta. Si España pierde la final, la crítica habrá ganado. Creerán que siempre tuvieron razón, que nunca fue suficiente y que lo de su generosidad en el campo fue una patraña creada para defender lo indefendible. Como si fuese la pantalla final de un videojuego, el atacante está al borde del precipicio. Vamos, que por si faltaba algo en el partido contra Inglaterra, ya estamos todos. No solo está en juego el ganar la Eurocopa, sino el recuerdo, y pocas cosas hay más grandes. Morata, junto a España, tienen en su mano la posibilidad de cambiar la historia.