El empate del Liverpool en Kenilworth Road tuvo varias lecturas. Quizás no fue un partido en el que los de Klopp merecieran dejarse puntos, pero es uno más en el que pinchan lejos de Anfield. Para ser concretos, solo han ganado un tercio de sus compromisos en la Premier League como visitantes durante este 2023. Algo impensable hace tan solo tres años, cuando ganaron el título de liga y amenazaron con romper la hegemonía del Manchester City. Su caída ha sido tan rápida que ya todos asumimos el final de aquel proyecto… y eso que todavía sigue en pie. Sin haber cambiado demasiado y sin hacer ruido, el Liverpool ya no es el mismo, por mucho que Klopp siga al frente.
🏥 La lesión de Van Dijk puso en jaque a la estructura del Liverpool
Pocos clubes prometían más que el Liverpool de cara a esta década. Ganaron la Champions League en 2019 y la Premier League en 2020. Eran la fuerza dominante del continente y marcaban tendencia por su forma de trabajar, por la teórica longevidad del proyecto de Klopp. Había llegado en 2015 y por fin recogían lo sembrado, por lo que todo hacía indicar que seguirían conquistando metales en los años venideros. La estructura del equipo era potentísima, pero giraba alrededor de un futbolista: Virgil van Dijk. Si bien sonaba paradójico en un modelo tan ofensivo, así era. Él daba sentido a todo. Sin el neerlandés no hubiesen ganado nada; era el corazón del Liverpool.
Con el central en plenitud y el título de campeones de Inglaterra bajo el brazo, entraron en la temporada 2020/2021. Debían pugnar por trofeos. Salvo por su accidente ante el Atlético de Madrid en los octavos de la Champions de 2020, seguían siendo favoritos en todas las competiciones. Entonces llegó la lesión de Van Dijk. El defensor se rompió el ligamento cruzado por una entrada de Pickford durante un derbi de Merseyside y ahí terminó la temporada del Liverpool. Lo expuesto antes se quedó en papel mojado y lo peor estaba por llegar. Cayó el neerlandés y con él una plaga de dimensiones bíblicas en la zaga. Los reds afrontaron aquella temporada sin prácticamente centrales sanos, pues la crisis del covid-19 no les permitió hacer grandes movimientos. Eso sí, al menos consiguieron salvar la temporada con su entrada a Champions League gracias a un gol de Alisson Becker ante un West Bromwich Albion ya descendido.
📉 El último baile de una generación
Esa clasificación para la Copa de Europa fue el equivalente a salvar un matchball. Con la crisis imperante, perder esos ingresos europeos hubiese sido dramático. Y lo mejor de todo es que estaban más vivos que nunca. Había vuelto Virgil van Dijk y se hicieron varios fichajes para reforzar la plantilla. El Liverpool de Klopp solamente se había tomado un descanso durante la lesión del jugador que hacía buena la estructura. Aquella campaña 2021/2022 fue tremendamente positiva, pues ganaron la Carabao Cup y la FA Cup. Ya habían conquistado todo con Klopp y tenían la posibilidad de cerrar un año histórico. Estaban mano a mano con el Manchester City en liga y en la final de la Champions League ante aquel Real Madrid que vivía por y para la épica.
Thiago Alcántara, del amor a la intrascendencia en el Liverpool
Jürgen Klopp no lo sabía por aquel entones, pero su proyecto, el que había creado desde 2015, ya había vivido sus noches de gloria y aquellas que tenía por delante no le correspondían: perdieron la Premier League en la última jornada y Thibaut Courtois les privó de volver a reinar en Europa con la mayor exhibición vista por un portero en una final. Todo salió cruz para ellos mientras que Europa les había perdido el miedo. Ya cada vez tenían más cogidas las fallas del equipo y a su famoso gegenpressing. Si antes su centro del campo era pura transición, los rivales les obligaban a que sus mediocentros llevasen el peso del partido. Por ahí comenzó el Real Madrid a ganar aquella final, enseñándole al mundo como neutralizar a los que eran los mejores de Europa hace no mucho.
⏬ La vuelta a la Europa League
Sadio Mané, otro de los que daba sentido a la estructura del Liverpool por su compromiso y los goles, se fue del equipo rumbo al Bayern de Múnich. Ya no existía el tridente mágico que tantas alegrías dio a Anfield y aquel partido en París abría la veda a intentar reformular el equipo. Sin alejarse de las ideas de Klopp, tocaba probar algo nuevo. El problema es que había demasiados roles anteriormente definidos que perdían su función. Henderson y Fabinho eran una insignia del proyecto y desplazarlos iba a ser complicado. Esta situación se hizo más insostenible tras su irregular comienzo de temporada. El resto de equipos sabían como hacerle daño a dos futbolistas que vivían demasiado cómodos dentro del sistema del Liverpool. Ese ataque al medio partió al equipo y desencadenó el resto problemas defensivos que a la postre griparon el equipo.
A esto se le sumó que Virgil van Dijk, el hombre capaz de esconder dichas carencias, ya no era tan explosivo como antes de su lesión del ligamento cruzado. El Liverpool, por su forma de jugar, no le resguardaba y acababa saliendo en las fotos de los goles. Y de ahí, todos sabemos lo que pasó: los reds, tras muchos años en la élite y con la posibilidad de haber montado una dinastía, no se clasificaron a Champions League. Acostumbrados a la excelencia con Klopp en el banquillo, se hacía raro presenciar la regresión del proyecto sin razones evidentes. Al menos, había un pequeño rayo de esperanza, surgido en los últimos encuentros a raíz del cambio de sistema.
🔄 Cambio de guardia para volver a empezar
Dejando de lado el sempiterno 1-4-3-3 que había acompañado al equipo de Klopp cuando fueron los mejores del Viejo Continente, el alemán adaptó la moda del centro del campo en cuadrado. Robertson dejaría de ser lateral izquierdo para ser central, y Alexander Arnold se sumaría al centro del campo. Ganaban consistencia atrás para que Van Dijk siguiese siendo dominante, a la vez que sumaban más líneas de pase en medio. Era una solución perfecta… a la que llevaría tiempo aclimatarse. Por ello, el pasado verano estuvo marcado por el cambio de piezas. Milner, Firmino, Fabinho y Henderson, claves allá por 2019, daban paso a Gravenberch, Mac Allister, Szoboszlai y Gakpo. Poco a poco, la adaptación de los nuevos se ha ido completando mientras que la nueva idea maduraba.
Aún falta mucho para que vuelvan a estar en lo más alto de Inglaterra y Europa (si es que vuelven a conseguirlo con tanto pez grande de por medio), pero el cambio de rumbo es una realidad. Superaron en silencio las bajas y cambiaron algunos de los rostros más reconocibles del proyecto, pero siguen bajo la batuta de Jürgen Klopp. Entre medias, hasta se fue el grupo de físicos que analizaban los datos del primer equipo y Michael Edwards, el director deportivo. Ahora, el Liverpool es el mismo de antes, pese a ser diferente. De ahí sale la fuerza de esta reinterpretación del kloppismo. Aunque su nueva vida está lejos de lo que creían que iba a ser, no pueden quejarse. Como ya sucedió hace casi una década, solo el tiempo podrá medir el éxito de un proyecto que piensa en el largo plazo.