Qué difícil es la Champions League. Cuando parece que no, que todo es mucho más sencillo, muestra toda su profundidad. Los juegos mentales, los giros inesperados y el altísimo nivel de todos sus participantes hacen que la competición sea un imposible para (casi) todos. El Atlético de Madrid, tras ilusionarse con el 4,19% y la gitana que tiró las cartas, sufrió todos los males del fútbol europeo. Ante el Borussia Dortmund, en el Signal Iduna Park, los rojiblancos perdieron (4-2) y cayeron eliminados con crueldad.
🧱 Los colchoneros no supieron escalar el muro amarillo
El muro amarillo emergía imponente en el fondo del Signal Iduna Park. Por ser algo esperado, no dejaba de ser impresionante. Sumado al himno de la Champions League, era inevitable el sentir el cosquilleo que solo provocan las grandes noches europeas. Todo apuntaba a unos primeros minutos de vendaval amarillo, del miedo escénico campando a sus anchas en las filas del Atlético de Madrid. Los de Simeone, lejos de amilanarse, tuvieron la primera. El balón le cayó a Morata. La carrera fue eterna hasta la meta de Kobel. El estadio contuvo la respiración tras el chut cruzado y bombeado del español. Fuera. Resignados, los jugadores del Atlético volvieron a sus posiciones. Sabían que no tendrían más ocasiones así.
😱 La que ha tenido Morata…
La reacción de Simeone lo dice TODO.#UCL #LaCasaDeFútbol pic.twitter.com/cYpDu2vPRO
— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) April 16, 2024
Dentro del intercambio constante de golpes que exigen las eliminatorias europeas, los rojiblancos no supieron conectar su gancho al mentón, y el Borussia Dortmund lo entendió rápido. En un abrir y cerrar de ojos, recuperaron el dominio territorial. Simeone se desgañitaba desde la grada, consciente de que el vendaval del inicio no había desaparecido, sino que se había retrasado unos minutos. Semejante frente destructivo iniciaría por la banda derecha rojiblanca. Nahuel Molina no sabía ni por donde venían los contrarios. La grieta que se formó por su zona hizo mella en la defensa, pues Witsel no llegaba a ayudarle. En cuestión de 5 minutos, el vendaval hizo un destrozo. Con dos zarpazos de Brandt y Maatsen en los que Oblak pudo hacer más, el Borussia Dortmund le dio la vuelta a la eliminatoria. Como ante el Inter, el Atlético iba a tener que tirar de fe.
💔 De la remontada del Atlético a la del Borussia Dortmund
Simeone llegó el primero al vestuario. No se sabe si habló a sus jugadores del 4,19% que tanta ilusión ha generado entre la parroquia rojiblanca, de los ‘Witselsaurios‘ o del triple cambio que iba a hacer, pero su charla tuvo que ser increíble. La cara del Atlético de Madrid al inicio de la segunda mitad fue diametralmente opuesta a lo que se había visto en la primera. Como si los goles fuesen hijos de las sensaciones, el de la esperanza llegó de inmediato. Hummels marcó en propia puerta y abrió la veda de la remontada. Correa, Llorente y Riquelme —los que entraron en el descanso— no iban a dejar que la puerta a las semifinales que se acababa de abrir se volviese a cerrar. Ya no había rastro del vendaval amarillo, sino de furia rojiblanca. El gol del empate (y de la remontada) estaba al caer. Tras varios rebotes, Correa marcó el tanto de todos. Simeone se liberó en la grada. Volvían a estar en semifinales.
Muy inteligentemente, el Atlético de Madrid procedió a guardar la ropa. No iban a encerrarse, ni mucho menos, sino a dormir el partido. Es lo que tocaba, más aún en la Champions League. La lástima es que esta competición no entiende de planes. Vive de sensaciones, de momentos y de chispazos. Nada tiene sentido cuando rueda el balón de las estrellas. Con los colchoneros bien plantados en el campo, un desmarque de Sabitzer agitó a la defensa del Atlético. Pese a estar en la posición correspondiente al extremo izquierdo, estaba bien marcado. Consiguió centrar forzado, y el esférico quedó muy arriba y atrás respecto a Füllkrug, el teórico rematador. No le importó. Su remate fue inapelable e incomprensible, como aquellos con los que Cristiano Ronaldo perforaba redes europeas hace no demasiado. El 3-2 fue el equivalente a un puñetazo en la cara del Atlético. Aún estaban dentro, pero mentalmente fuera.
Así como en la primera mitad, el Borussia Dortmund sabía que era su momento. La Champions League, dentro de su locura, les había dado una segunda oportunidad. Pese a ello, no encontraban grietas con clarividencia. Por mucho que el Atlético estuviera grogui, seguían bien plantados. Comenzaron a avanzar a trompicones, como si su germanismo se lo exigiera. A base de rechaces, le quedó el balón en la frontal a Sabitzer. El austriaco, que estaba siendo el mejor de los suyos junto a Brandt, no tardó en armar la pierna. Chutó con el alma para quitarle la esperanza a sus rivales. Era la parca. Puede que Oblak pudiese hacer más —otra vez—, pero lo cierto es que no había tiempo para lamentarse. A 15 minutos del final, volvían a estar fuera.
Sus esfuerzos no sirvieron de nada. El Borussia Dortmund hizo lo que quisieron hacer los rojiblancos con ventaja, con la diferencia de que a ellos sí les salió bien. Así de cruel es esta competición. No entiende ni de las ocasiones falladas en la ida, ni de las demás situaciones que pudieron ser y no fueron. La Champions League solo entiende el presente, y por esto mismo cuesta tanto comprenderla. Ante algo así, al Atlético de Madrid solo le queda esperar a lo que viene. Aunque no sea consuelo para aquellos que creían en el 4,19%, su clasificación a los cuartos les ha abierto la puerta al lucrativo Mundial de Clubes que habrá en el futuro. Y, además, han disfrutado de un viaje apoteósico. Quizás es lo que entienden los clubes y no la competición, que lo bonito es estar y no ser. Es lo que les queda tras una noche europea que tardará en olvidarse y que promete traer consecuencias en la plantilla.