KLOPP LIVERPOOL DIEGUENAZO
✍️​ Opinión

El ‘Dieguenazo’: ‘Arbi’, no pites el final, que se nos va Klopp

Ya está, se terminó. La etapa de Jürgen Klopp en el Liverpool ha llegado a su final tras 9 años al frente del club. Si sois habituales de esta columna, ya lo sabríais; y si no, sed bienvenidos a otro artículo más sobre mi persona favorita en el fútbol. Lo bueno es que, a diferencia del resto, este sí será el último. Tras tanto tiempo amenazando con que iba a llegar el día, ya ha comenzado un capítulo nuevo. Pese a ello, yo no lo quiero dejar ir hasta poder darle las gracias.

A ver si os ibais a pensar que no iba a haber un ‘Dieguenazo’ de despedida para Klopp.

💖 Gracias por todo, Jürgen Norbert Klopp

No preguntéis por los porqués: soy del Real Madrid y del Liverpool. Me he quedado en los 10 años del futbolero promedio, lo sé, y me ha traído varios problemas en mi vida. Cada vez que se cruzaban ambos (y no ha sido en pocas ocasiones en los últimos años), no sabía si ir con papá o con mamá. Mucha culpa de esta dualidad la tiene Jürgen Klopp. Si no fuese por él, mi pasión por el Liverpool se habría quedado en la de un mero simpatizante. Vamos, que habría madurado como Dios manda y con un solo equipo. Igualmente, no se lo tengo en cuenta. El proceso que llevó a cabo en Liverpool me hizo sentir cerca de un club que está a 2000 kilómetros de mi casa, y eso no tiene precio.

Al ser de un equipo como el Real Madrid, estaba acostumbrado a ganar. Por ello, con Klopp aprendí a vivir con el estado más natural del ser humano: el fracaso. Cuando llegó a Anfield, era el mejor perdedor del mundo. Como si no contasen los dos títulos de Bundesliga que ganó con el Borussia Dortmund, solo se hablaba de la brillantez de sus fracasos. Klopp era perfecto para aquel Liverpool triste, porque era el mejor de los que no conocían el éxito. Para un club que había sido tan grande, solo alguien así podía hacerles creer. «Convertiré a los dudosos en creyentes», dijo en su presentación. Casi una década después, lo consiguió. El perdedor había ganado.

Conociendo a Thomas Gronnemark, el lanzador de la banda de Klopp en Liverpool

Para lograr su gran victoria aprendió de cada derrota. Todo tropiezo era susceptible de dar lugar a una mejora. Así, a fuego lento, comenzó un proceso para crear al mejor equipo del mundo. Solamente el propio Real Madrid (ya es mala leche) y el Manchester City le privaron de serlo, pero a Klopp no le importó. Ganó todo en Anfield, lo suficiente como para cumplir con aquella promesa del primer día. Además, rompió varias maldiciones que estaban vigentes en dicho estadio. Él, con la brillantez del día a día, consiguió borrar traumas tan arraigados como el del resbalón de Steven Gerrard. Me enseñó a mí (y al resto del mundo, claro) que algo negativo puede ser el comienzo de algo nuevo y, posiblemente, mejor.

Esta enseñanza es una a la que me gusta volver periódicamente. Ya no tiene el mismo efecto que al principio, pues nos volvemos un poco menos creyentes por cada golpe recibido, pero siempre me saca una sonrisa. Me da esperanza, y eso es más que suficiente. No hay más que ver lo que pasó en la despedida de Klopp: ante una afición triste por el adiós, les dio una dosis de fe al corear el nombre de su sucesor. Aunque parezcan diametralmente opuestos por las rastas y la marihuana, su mensaje no es distinto al de Bob Marley. No por nada sonaron los acordes de ‘Three Little Birds‘ en Anfield. Jürgen, por última vez, nos prometió que «every little thing gonna be alright«. Y yo, como en todas las otras veces que lo hizo, solo podré darle las gracias eternamente.

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