No me gusta que se acaben las vacaciones, pero al mismo tiempo sí. Llega un punto en el que ya no quiero estar tumbado en la playa y prefiero odiar a la humanidad un lunes por la mañana en el Metro de Madrid. Cosas de la vida laboral, supongo. Lo bueno es que veo que no soy el único, porque el Real Madrid me acompaña. Tras pasárselo tan bien en verano han vuelto para amargarse con el día a día liguero. Y es que, como en Son Moix, no está de más torturarse con la vuelta al trabajo. Aunque a ellos les encante ganar y a mí perder, no somos tan diferentes.
Esto merecía el primer ‘Dieguenazo’ de la temporada.
🏖️ El Real Madrid, el equilibrio y las vacaciones
Antes del partido todo era felicidad. Entre los mil y un especiales que hubo por el que sería el debut de Mbappé en nuestra liga, el madridismo vivía feliz con su visita a Son Moix. No se les puede culpar, pues este verano ha sido como ir a Disneyland con 10 años. Se había terminado el culebrón con Kylian, España fue campeona de Europa y Oro Olímpico. Esto, mientras se aprecia la inmensidad del mar en una playa abarrotada, pega diferente. Porque sí, porque de vacaciones solo se puede abrazar el optimismo. Si se pensaba en el debut liguero del Real Madrid, solo cabía la posibilidad de ganar 0-5 al Mallorca con 10 goles de Mbappé. Los problemas del día a día, aunque sean tan grandes como el marrón que supone visitar a los bermellones, no se ven.
El nuevo (y bendito) problema de Ancelotti en el Real Madrid
Entonces, terminaron las vacaciones. Te daba rabia ir por las calles vacías, pensando en que te tendrías que haber quedado. Sin embargo, volviste con el fútbol. Regresó la liga contigo, y volvió ese optimismo suicida. Salió la alineación y se confirmó todo: Ancelotti puso a todos los buenos. Fantasía. Al empezar el partido se confirma que el Real Madrid va a ganar al Mallorca como quiere. Todo va bien… Hasta que deja de ir bien. Los de Jagoba Arrasate funcionaron como el contrapunto necesario como para no fliparse en exceso. Son esa dosis de realidad que llega el primer lunes de trabajo tras estar en la playa, esa complicación necesaria para que todo vaya bien. Ellos son la muestra viviente de que debe haber trabajo para que haya vacaciones. Quizás, por eso Ancelotti insistió tanto en el equilibrio al terminar el partido.
Por ello, yo no me quejo por volver a trabajar. Sé que es lo que hay, y también soy consciente de que algo debe bajarnos los humos. Y es que, si viviésemos de vacaciones, nos aburriríamos. La rutina sirve como contrapunto para que lo excepcional lo siga siendo hasta para el Real Madrid y la ridícula cantidad de talento que tiene en nómina. Y es que, por muy tremendista que sea la crónica deportiva tras el empate, no parece que les importe pagar el peaje. O, al menos, les sienta igual que al resto de hijos de vecino. Es lo que tiene volver de vacaciones y ver que no todo es color de rosa, que hemos vuelto al día a día. Avanzar, por mucho que implique el final de algo fantástico, siempre será bueno. Yo ya voy con la lección aprendida a coger el transporte público por las mañanas, y creo que los de Ancelotti, tras lo de Son Moix, también.