Ayer estaba dudando sobre qué escribir en esta columna semanal. Como todas las buenas reflexiones, estas llegan en el momento más inesperado. El Girona estaba jugando, y abrió el marcador con un grandísimo gol de un jugador especial para mí: Viktor Tsygankov. Ahí tenía el tema. Iba a explicar que es lo que me une a un ucraniano nacido en Israel y que a todo el mundo le encanta. Y no, no es que le descubriese antes que el resto cuando estaba en el Dinamo de Kiev y le sienta como algo mío. Solamente apareció en mi vida por el ‘Football Manager‘, y yo le llevé a ser el mejor del mundo. Él es mi futbolista cibernético fetiche, por lo que se merece un ‘Dieguenazo’.
✨ El primer d’una nit màgica a Granada. Quin cacau, Viktor. #GranadaGirona | #LaLigaHighlights | @LaLiga pic.twitter.com/B99FOhccFn
— Girona FC (@GironaFC) September 19, 2023
🎻 Tsygankov, el violinista de Kiev que ni era violinista ni nació en Kiev
Pongamos el contexto de lo que me une a Don Viktor Tsygankov. Estaba en mi último año en la universidad y me apunté a una asignatura optativa que no me importaba un carajo. Lo hice porque, básicamente, te aprobaban con tu asistencia. Era lo ideal para autoconvencerme de usar esas dos horas en hacer algo productivo cuando realmente iba a jugar al ‘Football Manager‘. Mi equipo en ese cuatrimestre sería el AC Milan, tratando de reconstruir a los rossoneros. Lo primero que hice fue vender a los veteranos y buscar jóvenes para que el club creciese con ellos. Y, para el extremo derecho, apenas tenía dinero. No me convencía nadie, por lo que me hizo gracia fichar a un ucraniano desconocido del Dinamo de Kiev. Era mi tocayo, tenía mi edad y cumplía los años casi el mismo día que mi padre. Viktor Tsygankov era el elegido. Fichar como un desquiciado, bien; acordarme del nombre de la optativa, ya menos.
A lo largo de esos cuatro meses, Tsygankov se transformó en el mejor jugador del mundo. Para mí, que me gusta poner estos motes ridículos, empezó a ser el violinista de Kiev. Había nacido en Israel y no había constancia de que hubiese tocado un violín en su vida, pero ya estaba puesto el sobrenombre. No es que montase ningún esquema especial para él, sino que solamente le ponía a hacer diagonales. Era extremo derecho y zurdo. Tactic masterclass. Por ello, verle marcar ese tanto que tantas veces me había imaginado en el Granada-Girona fue una nueva señal del destino. Él, desde mi portátil, lo había metido varias veces en San Siro ante los mejores del mundo para devolver al Milan a lo más alto.
Me volvería a apuntar a esa asignatura insulsa más veces por repetir lo vivido con Tsygankov, sin duda. Y es que, cuando acabó el curso, dejé de jugar. Aquel ‘Football Manager’ fue el último que disfruté, y le perdí la pista. Hasta que le fichó el equipo de Míchel. Verle compitiendo como siempre me había imaginado me hizo recordar lo que disfruté de aquellos meses. El violinista de Kiev era feliz, y yo también. Si juega en el Girona, estos tienen mi bendición. Tanto que, para este año, en la liga fantasy que tengo con mis amigos, fue de mis primeros fichajes. Y para evitar que me lo quitasen le puse una cláusula prohibitiva y el brazalete de capitán. Si no nos separó el final de la universidad, nada podrá hacerlo. La cosa está en que pudo reconstruir el Milan, pero tengo duda de que pueda hacerlo con mi terrorífico inicio de temporada en el juego. Da igual si lo consigue, porque Tsygankov siempre será especial para mí. Larga vida al violinista de Kiev, a aquel que nació en Israel y (aparentemente) nunca tocó un instrumento.