Lamine Yamal es joven — muy, muuuuuuuuy joven— y, como casi todos los jóvenes, no entiende mucho de la vida. O no debería. A decir verdad, ni falta le hace; esa inmadurez y el descaro que conlleva; esa mente adolescente en la que nada ni nadie puede entrar, tampoco los problemas, la presión o la responsabilidad… mucho menos, la realidad que atraviesa el Barcelona, en la que todo lo que a él le resulta fácil parece complejísimo para todos los que le rodean, en la que el objetivo del equipo es superar al Girona y finalizar el curso en la segunda posición de una liga ya concluida y celebrada por su eterno rival cuando debería ser luchar por el título y pensar en las últimas instancias de las competiciones europeas. «¿Cómo es posible?», debe pensar Lamine, «si yo ya juego como un supercrack, que todo esto me esté pasando a mí». Incomprensión juvenil, sí, y resolución de veterano. Yamal volvió a abrir la lata en un encuentro clave de cara a los intereses futuros de Barça y Real Sociedad que Raphinha resolvió en el último tramo (2-0).
Mayo de urgencias y avenencias
El Barça necesitaba urgentemente amarrar la segunda plaza si quiere estar presente en la próxima Supercopa de España en Arabia Saudí; la Real Sociedad, sumar puntos para no ser superado por el Betis en la lucha por la sexta plaza ni amenazado por el Villarreal en la lucha por la séptima. A priori, partido de altos vuelos en Montjuic. Después, no tanto. Más bien, acorde a la irregularidad y la tendencia al desorden —más bien a la escasez del control antaño tan añorado en la idiosincrasia de los respectivos clubes— que ha marcado el curso de azulgranas y txuri-urdines.
Sorprendió Imanol, tal como reconoció Xavi, con su sistema de tres centrales y carrileros, con Elustondo, Le Normand y Pachecho, más Traoré y Aramburu. Sin Zubimendi, que no pudo dejarse querer por la afición que tanto suspira por él, pero sí con Beñat Turrientes, para quien no a estas alturas ya no debería existir escenario grande. Brais, Oyarzabal y Sheraldo Becker completaron la alineación de la Real Sociedad que planteó un partido para que jamás le pudieran hacer daño a la carrera y para correr mucho.
¿Podría decirse que ocurrió lo previsto por el técnico de Orio? Solo a medias. Los de Donosti presionaron, dividieron el dominio, alejaron la posibilidad de ser sometidos por el Barça y, especialmente, corrieron mucho. Becker pudo hincharse con sus desmarques en diagonal a la espalda de Cubarsí, pero un fuera de juego, una salida antes de tiempo, un pase impreciso o una deficiente definición lo impidieron. Y, claro, que el Barça también jugó. El hombre extra que ganó la Real Sociedad abajo, lo perdió arriba, así que los azulgrana encontraron más facilidades de las previstas para llevar el juego a Pedri, brillante en la primera mitad, sin fallo en el pase (46/46) y muy activo sin el balón, y a Gundogan, Lamine Yamal y Raphinha mediante.
Yamal abre, Raphinha cierra
Con los extremos culés sobre la cal y los interiores con tiempo para recibir, girarse y sitiar al Barça en campo rival, Lewandowski se puso las botas entre líneas, recibiendo y descargando juego cuando la Real quiso ser fiel a la valentía —ergo, presión— que tanto rédito competitivo les ha dado en la presente temporada. Si los de Imanol presionaban sin éxito, el Barça lanzaba ataques fulgurantes, rápidos y amenazantes al espacio con sus extremos como estiletes. Si, por contra, el equipo barcelonés se juntaba cerca de la frontal de Remiro… también hacía lo posible por llevarle el balón a Raphinha y, especialmente, a un inspirado Lamine Yamal a la hora de recibir al pie.
Es un elegido.
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A través de la asistencia número 13 de Gundogan, previa a una jugada ideada por Lewandowski lejos de la meta oponente, en otra de sus mejores actuaciones en lo que a términos globales y colectivos se refiere, Yamal encaminó el partido. A sus 16 años y 305 días, Lamine se convirtió en el primer jugador en la historia de la liga española en marcar 5 goles antes de cumplir los 17 años.
Después, el partido bajó de revoluciones, que no de alternativas, y se desarrolló con siguiendo un esquema idéntico al expuesto anteriormente. Roto, abierto; entretenido, a fin de cuentas. Entraron Fermín y Ferran; y también ajustó el técnico vasco para normalizar su sistema, sin demasiado éxito, en tanto que la hiperdependencia de Take Kubo volvió a techar, como viene ocurriendo durante todo el curso, la viabilidad y las posibilidades el combinado de San Sebastián.
Brais falló por unos metros, por unos centímetros el balón rebotó en un brazo aleatorio y terminó en penalti. Daba igual, la Real no haría mucho más por ganar el encuentro y el Barça menos si cabe por perderlo. Se encontró Raphinha con la posibilidad de culminar su notabilísimo rendimiento, un día más, en el sector izquierdo, a pierna natural, antinatura para él, haciendo el campo amplio, dando espacio a los que deben tenerlo, ensanchando al rival y desgastándolo con sus constantes esfuerzos físico. El ’11’ brasileño transformó su sexto tanto del curso y reivindicó, Lamine se llevó su MVP, la Real se mete en (más) problemas para llegar a Europa y el Barça acaricia su ¿ansiado? segundo puesto.