Con trece títulos y tres ascensos en sus 38 años de trayectoria en los banquillos, es complicado recibir más críticas negativas de las que le llegan a Rafa Benítez. Un entrenador que alcanzó la gloria en Valencia y Liverpool, pero que ha salido por la puerta trasera de sus últimos planteles. Su luz se apaga, especialmente en España. Y muchos le acusan de estar atrofiado tácticamente, a pesar de que él haya sido más que un simple alineador en varios proyectos, especialmente ingleses, la cultura que mejor se adapta a sus demandas laborales. Su papel de mánager, implicado en la toma de decisiones estructurales, los fichajes, la cantera o los departamentos de análisis y scouting, ha quedado opacado recientemente por el resultadismo y la inmediatez que impera en el fútbol.
😍 Rafa Benítez estaba llamado a comerse el mundo
El técnico madrileño cuenta con una dilatada experiencia en los banquillos, que comenzó nada más retirarse como jugador en el Linares Deportivo, allá por 1986. Dejó huella en varios de sus primeros proyectos, con especial hincapié en el Valladolid y el Tenerife, a los que devolvió a la élite del fútbol español, aunque su obra cumbre en España llegó de la mano del Valencia. Con el conjunto che, por falta de una, Rafa Benítez ganó dos ligas en un lapso de tres años.
Desembarcó en Mestalla en 2001 para llenar el vacío que dejó Héctor Cúper, el entrenador con el que el Valencia llegó a disputar dos finales de Champions League en 2000 y 2001. Ambas, pérdidas ante Real Madrid (3-0) y Bayern en la tanda de penaltis, respectivamente. El listón estaba altísimo y sus inicios no fueron fáciles. A Benítez se le recibió poniendo en entredicho su capacidad para entrenar a un equipo de grandes aspiraciones, ya que hasta entonces estaba especializado en proyectos para sobrevivir al descenso o para recuperar la categoría. Y para más inri, cayó eliminado a las primeras de cambio de la Copa del Rey por alineación indebida. El estratega español parecía tener los días contados en Valencia, pero le dio la vuelta a la tortilla y terminó por cuajar dos deliciosos platos.
Su primera liga y la quinta del Valencia, tras las tres conseguidas a principios de los años 40 y la de 1971, llegó en su primer curso en el Mediterráneo. Y eso que al final de la primera vuelta marchaba octavo, fue un campeonato impensado a más no poder, en el que apenas necesitó 75 puntos para cantar el alirón con una jornada de antelación. Tuvo mucho que ver la inestabilidad en las superpotencias españolas, pero al César, lo que es del César. Rafa Benítez le dio una liga a la afición valencianista 31 años después. La temporada 2002/2003 la terminaría quinto, su efecto parecía diluirse, pero nada más lejos de la realidad. Fue un año en barbecho, para volver a llenar las vitrinas en 2004, con la consecución de otra liga y de la Copa de la UEFA, en la que se impuso al Olympique Marsella en la final.
Así abandonó Valencia, por la puerta grande y entre lágrimas, como el entrenador que más títulos ha conseguido en la historia del conjunto che. El reto que iba a afrontar era demasiado tentador como para rechazarlo, el de un Liverpool con el que también alcanzaría la gloria europea en Estambul. Esta final fue mucho más sufrida, porque de nuevo a Benítez le tocaba revertir una causa que parecía perdida.
Solo lo parecía. Al descanso, caía por 3-0 ante el Milan de Ancelotti, pero en un memorable inicio del segundo periodo, los reds terminaron por empatarlo (3-3), forzar la prórroga y alzar la ‘Orejona’ en la tanda de penaltis. Rafa Benítez lo había vuelto a hacer. Tras ese logro, llegó a ser considerado uno de los mejores entrenadores del mundo, por mucho que no ganase la Premier League en ninguna de las cinco temporadas que estuvo en Liverpool. En cuatro clasificó al equipo de Anfield para la Champions, eso sí. Y en 2007 estuvo cerca de volver a conquistarla, pero esta vez le tocaba vengarse (2-1) al Milan de ‘Carletto’.
Benítez se fue a conocer mundo y ya nunca volvió a escribir un cuento de hadas como los del Valencia o el del Liverpool. Su paso por Italia de la mano de Inter y Napoli resultó fallido, aunque con este último ganó la Coppa Italia. No convenció en San Paolo en todo caso. Tampoco triunfó en Londres, cuando cogió al Chelsea post Roberto Di Matteo, que venía de ser campeón de Europa contra todo pronóstico. Destino mal elegido, tal vez. Por los tiempos y las expectativas, sobre todo. Es justo esto lo que ha lastrado sus últimos 15 años como entrenador, el timing.
😓 Su sueño terminó en pesadilla
A quien sí convenció fue a Florentino Pérez, que le nombró sucesor del propio Carlo Ancelotti en 2015. Carreras entrelazadas las suyas, porque cuando el italiano regresó al Real Madrid, él le volvió a suplir en el Everton. La cuestión es que Rafa Benítez escoger de nuevo un proyecto ambicioso con el listón por las nubes y un vestuario complicado por la suma de estrellas, que no congenió bien con su método rígido y disciplina, para lo bueno y para lo malo. Al Bernabéu llegó emocionado, era la oportunidad de su vida, recordando que ya había dirigido a las categorías inferiores en sus primeros años como entrenador y que fue el segundo de Benito Floro y Vicente Del Bosque en la Castellana.
En Madrid se le atragantó el turrón y fue cesado justo después de la Navidad. Fue bastante ninguneado y para el recuerdo quedan las burlas de parte de la opinión pública, con aquella anécdota de que Rafa Benítez le habría indicado a Cristiano Ronaldo cómo chutar las faltas. Ni siquiera con su marcha respiró aliviado, el linchamiento seguiría unos meses más, porque Zinedine Zidane ganó la Champions ese mismo año, pocos meses de hacerse cargo del equipo tras el despido de Benítez. Desde entonces, en España quedó tachado como un entrenador mediocre, en lo que es otra prueba más de que el fútbol tiene poca memoria.
🔐 Puertas que se cierran en los últimos años
En Inglaterra seguía teniendo cartel y a eso se aferró Rafa Benítez para pasar el mal trago. Asumió otro reto complicado, con humildad y sentimiento. El fútbol le dio revancha y de Newcastle salió como un ídolo. Allí le recuerdan con especial cariño, dado que también devolvió a ‘Las Urracas’ a la Premier League tras hacerse cargo de su proyecto en segunda división. Después probó una experiencia exótica como la del Dalian Yifang chino, quién dijo miedo, pero se ve que no le convenció y regresó a Gran Bretaña para hacerse cargo del Everton, donde no le fue especialmente bien. Aun así, Inglaterra sigue siendo el país que más valora su trabajo e, incluso, está en las quinielas para suceder a Gareth Southgate en la selección nacional.
En España, sin embargo, cada vez tiene menos cartel. A su traumática experiencia en Madrid se une ahora el despido del Celta, en donde los resultados no han acompañado a una buena versión inicial del club gallego, que conviene no olvidar que venía de varios años coqueteando con el descenso. Rafa Benítez deja al club fuera de los tres últimos puestos en el año del centenario, que nuevamente unas expectativas irreales. El motivo que le llevó a ser el elegido para capitanear el barco vigués, también ha sido su tumba deportiva. Con el mal sabor de boca de haber perdido muchos puntos por detalles; cuando no eran los goles en contra en el descuento, era un controvertido penalti.
Su salida parece lo más lógico, llegados a este punto en el que el Celta se muestra cada vez más hundido anímicamente y desnortado en lo táctico. Rafa Benítez no ha encontrado un discurso claro sobre el que sentar las bases de su idea, ni mucho menos a sus intérpretes. Por falta de experimentos no ha sido, desde luego. Ha llegado a prescindir de Iago Aspas de forma puntual y apostado por Óscar Mingueza, central de formación, como extremo, entre otros ejemplos paradigmáticos.
A partir de aquí, parecía que Benítez y el Celta se iban a hacer más daño en caso de continuar su matrimonio en crisis. Da la sensación de que se alargó por los altos honorarios del técnico, de hecho, y tal vez porque ya había demostrado su capacidad para devolverle el rumbo a varios barcos a la deriva. Esta vez no será el elegido para reflotarlo. El tiempo dirá si el Celta acierta o se equivoca con su cese; lo que está claro es que él ha perdido la oportunidad para reivindicarse en su tierra y no será fácil, por su caché y exigencias, así como por la falta de certezas competitivas recientes, que le vuelvan a confiar un proyecto que aspire a volar alto.