DIEGUENAZO COPA DEL REY ATHLETIC MALLORCA
Opinión

El ‘Dieguenazo’: el Athletic, Aguirre y la final de Copa del Rey

El sábado fue un día especial, porque el día de la final de Copa del Rey siempre lo es. A medida que pasaban los minutos, el partido ganó trascendencia. Pasó de ser una buena final a una de las que deja poso y espacio para la reflexión. Ya sea por la lección de vida Javier Aguirre, por todos los athleticzales que lloraron o por las mil narrativas que eclosionaron en la Cartuja, creo que es de mis encuentros favoritos de los últimos años.

No se podía quedar sin su ‘Dieguenazo’.

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Después de jugar mi liga de los sábados por la tarde (algún día os contaré como fue mi peor-mejor gol de siempre), me fui a casa de mis padres. Íbamos a ver la final de Copa y a encargar cena a domicilio; un plan redondo. Todo iba bien hasta que me contaron sus intenciones: comida china. Querían traicionar a la pizza, ese alimento perfecto para ver fútbol en casa y que solo rivaliza con el kebab. Mi hermana, mente maligna donde las haya, había impulsado esa idea. Estaba derrotado. Lo de que mi antigua habitación ahora sea un trastero tiene su punto, pero esta traición culinaria-futbolera es lo peor que me ha hecho. Resignado, solo me quedaba la final, como a todos los que estuvieron en La Cartuja. Al menos, ellos tenían algo que ganar.

Luego, durante el partido y entre rollitos de primavera, entendí lo que quiso decir Aguirre al terminar el partido. ¿Es un fracaso llegar a una final de Copa y perderla? O, en mi caso, ¿es una derrota haber cenado con mis padres un arroz tres delicias? ‘El Vasco’ Aguirre cree que si la respuesta a ambas cuestiones es afirmativa, la vida estaría llena de fracasados. Se pierde mucho más de lo que se gana, y por eso saben tan bien las pequeñas —y las grandes— victorias. Es lo que hay, con lo que hay que convivir a lo largo de nuestra existencia. Posiblemente, con el tiempo, no haya ningún aficionado del Mallorca que no recuerde con cariño el pasado sábado. Y yo, por mi parte, tengo claro que recordaré esta final pese a la cena. Son pequeños triunfos que quitan dramatismo a la derrota.

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Al Athletic, por su parte, le tocó ganar. Llevaban 40 años encadenando fracasos e ilusiones que acababan en nada. Tan dramático era lo suyo con las finales que muchos de los que celebraron en Sevilla no habían nacido cuando se ganó la última Copa; y también hay otros tantos que, pese a celebrar la última, no vivieron la Copa del 2024. Tengo amigos del Athletic que no lloran nunca y sé que el sábado rompieron su racha. Había tantas lágrimas en la grada porque llevaban mucho tiempo encadenando comida china para cenar; lo de pedir pizza les quedaba lejos. Ahora, su victoria ante el Mallorca les supo mejor que cualquier otra, y esta no borró aquellos fracasos que, a fin de cuentas, no fueron tan dramáticos. Solo eran piedras en el camino que lo hicieron más entretenido.

Por mi parte, he de decir que lo de la comida china no estuvo mal. Me gustó la final y pasar rato con mis padres. Lo único desagradable fue que mi hermana no estuvo. Se pasó toda la semana conspirando para no pedir pizza y luego no llegó a tiempo para cenar porque se fue a un concierto. Esta es la auténtica cara del fracaso, la que escapa de la filosofía de Aguirre y del poso que deja la final de la Copa del Rey. Vamos, que salí ganando. Al final, va a resultar que no fui tan fracasado y que me acerco más a los Guardiola y los Ancelotti, pero este tema es algo más propio del próximo Dieguenazo que del que nos concierne hoy. Felicidades al Athletic y al Mallorca por regalarnos esta Copa.

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