La atención del panorama futbolístico al comenzar el 2024 se lo llevó el Atlético de Madrid. Su derrota ante el espectacular Girona de Míchel instauró el debate sobre su techo. ¿Les da para competir por la liga o no les da? ¿Hasta dónde pueden llegar? Cada bando tiene sus argumentos de peso y la certeza de que no se van a convencer mutuamente, pero ese no es el punto. Lo realmente preocupante es que estas preguntas son cíclicas. Siempre vuelven a escena cuando vienen mal dadas, pues son como ese vecino al que no soportas y te lo encuentras en todos los lados.
No podían quedarse sin un ‘Dieguenazo’.
💭 La pregunta que siempre acecha al Atlético de Madrid, su mayor castigo
Venimos de unas fechas en las que ha habido mucho movimiento en los ascensores españoles. Y nadie se ha librado de cogerlo con ese vecino insufrible cuando iba cargado hasta arriba de comida o regalos, claro está. Habéis coincidido en un habitáculo diminuto cuando peor os venía a ambos. El Atlético de Madrid está en esa misma situación. Quiere subir rápido, sin perder el ritmo de los que encabezan la liga, pero se han encontrado con una incomodidad. La dichosa pregunta sobre su potencial ha aparecido de nuevo. Al menos, en su caso, no hace falta hablar del tiempo ni de mostrar interés por los imbéciles de sus familiares.
Su encuentro les va a ralentizar. Es inevitable, como pasar por boxes en la Fórmula 1. Tiene que resolver la trayectoria de esta bola curva que ha aparecido en su camino antes de avanzar. El Atlético de Madrid vive en este momento desde que llegó Diego Pablo Simeone. Sus resultados demuestran que pueden —y hasta deben— competir con Real Madrid y Barça, pero la diferencia del potencial económico tira todo por tierra. La cosa es que esta incomodidad en el ascensor hasta la élite llega provocada desde el propio club en muchas ocasiones. Simeone juega con esta narrativa en función del momento del equipo, como si tratase de cubrirse con ella cuando no van tan bien como siempre.
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El debate que surge es artificial. Claro que le da al Atlético de Madrid para pelear por la liga, y claro que hay diferencia de presupuesto. No es algo que esté reñido. La problemática surge cuando es algo recurrente. Pasa de ser un ensayo sobre dónde está el club y cuál es su futuro a una excusa barata. Cuando se es tan grande como el Atlético de Madrid en España, seguir batallando con estas bolas curvas es una muestra de inferioridad respecto al resto. Solo por su aparición, el club se muestra al mundo acomplejado. Y ahí es donde este debate se transforma en tu vecino insoportable. Ralentiza, cabrea y frustra.
Mi humilde consejo para el Atlético de Madrid es aceptar su posición sin complejos. Con sus subidas y sus bajadas, deben tener claro hacia dónde ir. Siguiendo mi ejemplo, no se encontrarán con nadie indeseado en el ascensor. Una vez, harto de encontrarme con ese vecino con el que comparto un odio mutuo, decidí dejarme de formalismos y excusas. «Ey», me dijo para saludarme jovialmente, como si nunca hubiese metido folletos arrugados en mi buzón. Le respondí acordándome de su santa madre. Hice lo que ambos queríamos haber hecho hace tiempo. Mi arrebato de sinceridad me dejo subir en paz; y a él también, pero más tarde. Se cerró la puerta, y ya no le he vuelto a ver. Ojalá el Atlético de Madrid corra el mismo destino.