Las lágrimas de Vinícius en rueda de prensa han copado la previa del amistoso entre España y Brasil. El debate, lejos de ayudar a solventar una situación que es evidente que está ahí, tira por el camino equivocado. Se habla sobre si en este país hay racismo o no, como si esa fuese la cuestión principal. Y es que, cuando hay una conversación shakespeariana sobre ser o no ser, la respuesta no es agradable. Este tema reclama una inspección tan necesaria como dolorosa, porque mirarse al espejo es la única solución para comprender el mal que nos azota.
Y esto, queridos míos, merece un ‘Dieguenazo’.
❌ Vinícius no es el problema, sino la negación del racismo
Estoy de acuerdo en que Vinícius no es un santo. Algún artículo le he dedicado por su carácter, pero eso no es lo importante. El punto está en que sus detractores usan ese punto como parapeto para negar la realidad. Cristiano Ronaldo también se encaraba contra la grada contraria, y nunca sufrió los abusos raciales que sí sufre el brasileño. Si bien esa parte provocadora es un problema, está lejos de ser lo principal. Solo es una bomba de humo que esconde la cruda realidad: tratamos de esconder el racismo latente en nuestra sociedad. Por muy duro que sea y todo el vértigo que pueda dar, no es menos cierto.
El gran problema del racismo es que está ahí, en silencio. Es como una enfermedad que nos come por dentro y no golpea hasta el momento oportuno. Nadie se cree racista hasta que lo es. Da igual si la excusa es no soportar a Vinícius cuando juega contra tu equipo o cualquier otra. Si dices un insulto racista, has caído. Y todos, en mayor o menor medida, hemos pasado por ahí. Por ello, el primer paso es asimilarlo. No hay otra forma de avanzar por este tortuoso camino. Nadie se salva de este análisis intensivo de nuestros propios impulsos.
«Si fuese judío, Europa entera estaría paralizada»: así ha trascendido el ‘Caso Vinícius’
Por ello, es especialmente indignante que todo esto de Vinícius se haya transformado en un nuevo episodio de la guerra de trincheras entre Real Madrid y Barcelona. Es un arma arrojadiza que usan unos contra otros y que se ha simplificado hasta el absurdo. Se ha entrado en un ridículo ‘y tú más’ en el que no importa si España es racista o no, sino que el equipo rival quede por debajo. Además, esto se ve magnificado porque ningún actor ha estado perfecto. Como humanos que son todos, todos fallaron. Y, cuando hay tropiezos, hay reproches que han alargado hasta el absurdo todo este tema.
Yo, como español blanco que ha pasado casi toda su vida en un barrio humilde de Madrid, no me atrevo a decir que España es un país racista, pero es más por miedo que por creencia. Mi experiencia es muy distinta al que es hijo de inmigrantes, y por eso mismo asimilo que no estoy en lo correcto dentro de una conversación que toca tantas sensibilidades distintas. Sé que el racismo está ahí, y Vinícius solo ha sido el último en demostrar que hay un elefante en la habitación y que nadie quiere verlo. El miedo a asimilar esa enfermedad es lo que la alimenta. Solo una labor responsable como sociedad nos ayudará a avanzar, y eso está reñido con señalar al prójimo. Lo primero es aceptar unánimemente que existe ese racismo para luego condenarlo, pues el resto vendrá solo.