Al igual que un actor no se lleva el personaje a casa, un jugador de pádel no actúa igual dentro y fuera de la pista.
Hablemos de las personas, de los jugadores. Son seres humanos, como todos, que saben cuándo entran a la pista, pero no cuando salen. Durante ese tiempo trabajan y entretienen a sus seguidores, y a los menos acérrimos. Es un momento en el que los nervios juegan su papel: gritos, frustración y, como toda persona con vocabulario, alguna palabra malsonante. Son solo personas que se ganan la vida.
Entre esas cuatro paredes que les envuelven aparecen personajes que, probablemente, no te agraden, como sucede en las películas. Pero eso no te hace odiar al actor que lo interpreta. No te gusta en ese momento, pero el fondo ansías tomarte una caña con esa persona.
Las redes ayudan a fomentar que ese personaje encerrado en la pista prevalezca sobre la persona que sale del vestuario para ganarse la vida. Todos hemos oído la palabra hater en los últimos años, y en el mundo del pádel no iba a ser menos. Como en toda sociedad bien formada, como poco a poco lo es la del pádel, siempre existen este tipo de personas. Esas que no pueden evitar criticar cada gesto, palabra o movimiento.
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Sin embargo, algo que si se puede hacer es mostrar este otro lado de una manera más natural, más humana. «Juan Lebrón tiene su careta, es un lobo», se ha leído en redes. Fuera, sus más cercanos lo definen como cachorro, dulce y agradable. Recordad cuando Cristiano Ronaldo hizo su famoso «Suuuu». Con Lebrón pasa lo mismo: cada vez es más habitual que desde la grada aúllen para ofenderle.
Alejandro Galán, entre otros, también ha estado en el punto de mira. La palabra antideportividad y mentiroso le han perseguido en distintos momentos de su carrera. Pese a las acusaciones, lejos de derrumbarse, ha demostrado que es un gladiador y que cuenta con el respaldo de sus compañeros, que en multitud de ocasiones han salido en su defensa.
En toda esta discordia no podía faltar el argentino, Fernando Belasteguín. Se le conoce por ser el mejor jugador de todos los tiempos, el jefe del pádel, el más luchador. Su nombre eriza la piel y transmite, al instante, valores como el esfuerzo y la humildad. Las malas lenguas lo señalan de tosco, de mirada sucia y de agresivo en la pista, además de tener cierta prepotencia ante la autoridad de los árbitros.
Son solo tres ejemplos de muchos que podríamos poner. Una cosa es el personaje en la pista y otra la persona que habita fuera de ella. Con solo 10 minutos con cualquiera de ellos veríamos como son en realidad: amables, atentos, educados y con su propias vidas ajenas al pádel. Respetemos.