Que los Spurs eran un equipo muy dependiente de Harry Kane, acrecentado, además, en los últimos meses, lo sabíamos antes de ver el Milan 1-0 Tottenham. Y que Kjaer, pese a no llegar en su mejor momento con el Milan, es un central que se crece en días marcado en rojo, también. Lo que no vislumbramos en la previa fue que el duelo individual más caliente de la noche iba a secar al delantero inglés y sacar a hombros a Simon Kjaer. Porque la Champions, aunque se diga poco, es una competición muy de centrales. No hay más que ver a Sergio Ramos.
⚔️ Kjaer es un soldado disfrazado de central
El danés dio la nota, un día más, en un escenario titánico. Y lo hizo contra todo pronóstico, por la pérdida de minutos e importancia que ha sufrido el exdefensor del Sevilla el último año, tras su grave lesión, unida al asentamiento de Kalulu en el once de Pioli. Nada más y nada menos, se reveló que con el duro reto de contener a Harry Kane. Para algunos, el fin justificará los medios y para otros no, pero, independientemente del cómo, el qué es contundente: el máximo goleador en la historia del Tottenham vivió una de sus dos noches más incómodas del año, una que guarda bastantes paralelismos con la defensa pegajosa a la que le sometió Makoto Hasebe en fase de grupos.
Dos veteranos curtidos en mil batallas, que jugaron como centrales del medio en sendas líneas de tres, y que apuraron el reglamento al límite. Especialmente, Simon Kjaer. Fue muy correoso en cada duelo o balón dividido, y atrevido para perseguir a Kane fuera de zona, a sabiendas de que tenía todas las de perder. Pero ni perdió, ni empató. Ganó con claridad. No solo en el número de faltas cometidas, que también, sino que una cosa llevó a la otra.
Sacó de quicio a uno de los ‘9’ más demoledores de la última década, de la misma forma que lo hizo en la Eurocopa 2020 con Romelu Lukaku, en un contexto de presión agresiva y emparejamientos uno contra uno propuesto por Kasper Hjulmand. La mala noticia para Kjaer reside en que la respuesta de Kane a Hasebe, fue en forma de exhibición en el partido de vuelta.
😶🌫️ Anular al soldado Harry
Desde la llegada de Antonio Conte a Londres, con una aclimatación fugaz como acostumbra en cada uno de los equipos a los que coge a mitad de temporada, el Tottenham dejó muy claras cuáles eran sus cartas. Virtudes y defectos, meridianos. Intenciones, innegociables. En ese caldo de cultivo, Kane siempre fue la sal. Se puede hacer sin él y hasta será un ejercicio sano, aunque insípido. El adjetivo que mejor definió al Tottenham en San Siro y en general los días que Harry no brilla.
Conte no abandona el 3-4-2-1 base ni para sentar a sus pupilos en el autobús y construyó un equipo que, para atacar, depende en exceso de atraer la presión rival y sortearla con dos tipos de salidas fundamentales. Ambas, con Harry Kane como centro neurálgico: la primera, buscarle en largo para que aguante la posesión o prolongue el cuero para poner a correr a Kulusevski, Son y compañía, que atraviesan un bache mayúsculo y prolongado. La segunda, salir en corto, con pases diagonales filtrados, triangulaciones y muchas paredes, algo irreplicable sin su finura de espaldas a la portería. Como discurso, brillante. Los recursos para no sustentar el plan en él, ni están; ni, por desgracia, deberían esperarse conociendo al estratega italiano. Un virtuoso limitante.