El Real Madrid venía de pasar una semana complicada. Pocas veces se había visto tan mal a los blancos en una noche de Champions League en el Santiago Bernabéu como ante el RB Leipzig. A los chicos de Ancelotti, más si cabe tras las victorias del Barcelona y del Girona, no les quedaba más que revelarse. Y lo consiguieron por medio de su mayor certeza: el juego de sus centrocampistas. Con un excelso partido de Luka Modrić y sus acompañantes en el medio, el Madrid venció al Celta (4-0) para afianzar su liderato en la liga.
⚙️ Modrić, Valverde y Camavinga lideraron al Real Madrid
Eran extrañas las sensaciones que circulaban durante la previa del partido en los aledaños del Bernabéu. Los duelos ante el Valencia y el RB Leipzig habían provocado una neblina ajena a lo que estaba siendo la temporada del Real Madrid. Por mucho que el calendario invitase a una goleada de redención, las impresiones iban por otro lado. Los jugadores y Ancelotti sabían que era un día para evitar sustos. Para ello, había que darle importancia al control y al centro del campo; y no hay mayor muestra de cariño a esa zona que sacar a Luka Modrić como titular. Con Camavinga y Valverde como escuderos, el croata tendría que liderar a los suyos hacia la tranquilidad, «que es lo que más se busca».
Entre esos socios de Modrić había uno que se la jugaba particularmente. Eduardo Camavinga tenía que resarcirse de su mediocre temporada y la titularidad parecía la oportunidad idónea. Iba a jugar de mediocentro, sin nadie que le estorbase. Ideal para él. Además, estaba motivado por algo que le había prometido Ancelotti. Si marcaba, el italiano iba a bailar con él. Como si el equipo fuese de su mano, el ímpetu del francés empujó al resto. El Real Madrid fue mandón desde el principio, y sus posesiones no eran tan estériles como en otros días. Todo fluía. Tanto era así que el croata se permitió el lujo de viajar otra vez en el tiempo, una década atrás. Lanzó un córner idéntico al del gol de Ramos en Lisboa, solo que esta vez el rematador fue Rüdiger y su cabezazo no acabó en gol directamente, pues marcó Vinícius el 1-o tras el rechace. Los blancos se estaban reencontrando con su juego.
🇹🇷 Arda Güler marcó su primer gol como madridista
Para la segunda mitad, la tónica siguió los mismos derroteros. El Real Madrid no dejaba de sembrar su victoria en el centro del campo. Dentro de máquinas, sus tres integrantes trabajaban a la perfección. El Celta vivía a su merced. Así, poco a poco, se fueron acercando al segundo tanto. Una vez más, se iba a preparar desde la esquina. Otro centro de Modrić encontró a Rüdiger, y esta vez sí que entró sin más intermediario que Guaita. Ese segundo gol fue una pequeña liberación, un grito ahogado en medio del griterío del Santiago Bernabéu. Ahora sí que no había dudas: los de Ancelotti ya no se sentían extraños en su propia casa. Pocas sensaciones hay mejores tras un conato de crisis.
Para seguir por el mismo camino, Toni Kroos y Aurélien Tchouaméni entraron al campo. Con ellos, ese dominio del Real Madrid sumaba grandeza. Si funcionaba bien con el trío de centrocampistas, mejor lo haría con un integrante más. El agobio futbolístico hizo que el Celta sucumbiese en los últimos minutos, pues no podían más. Carlos Domínguez, fruto de la presión, se marcó en propia meta. El 3-0 era una losa tremenda para los gallegos, pero tampoco se podía decir que fuese injusto por la superioridad de los locales. Para subrayar la superioridad, aún faltaba otro clavo en su ataúd. Arda Güler, en la última jugada del partido, marcó su primer gol con el Real Madrid. Ya había llegado el talento del turco al Bernabéu. El 4-0 en un día así solo podía llegar por un centrocampista. Con ello, la victoria fue redonda. O, al menos, casi lo fue, porque Ancelotti se quedó sin bailar.