Tras efectuar las tres ventas más caras de su historia, el Leipzig se ve obligado a afrontar un momento tan complicado, como conocido para ellos. No es la primera vez que vende a su columna vertebral, ni probablemente vaya a ser la última. La ventaja que tienen es que, gracias a su modus operandi, tampoco hay muchas dudas de que les olvidarán más pronto que tarde. Estas son las claves de un proyecto diferente, más meritorio y menos artificial de lo que muchos creen.
💰 Económicamente rentable
Con la venta de Joško Gvardiol al Manchester City, el central más caro de la historia del fútbol (90 millones de euros), el Leipzig ha ingresado este verano alrededor de 250 millones de euros. Los 70 recibidos por Dominik Szoboszlai (Liverpool), los 60 por Christopher Nkunku (Chelsea) y 10 por Alexander Sørloth (Villarreal), hacen que la cifra ascienda hasta esa cantidad. La plusvalía es enorme, si tenemos en cuenta que el central croata llegó a cambio de 37 kilos desde el Dinamo Zagreb, el centrocampista húngaro por 36 del Salzburg, y el atacante galo, por 20 desde el PSG.
🕵️ Scouting envidiable
El modelo es todo un éxito en lo deportivo y lo económico. Mayoritariamente, porque la dirección deportiva del equipo propiedad de Red Bull, motivo por el que recibe numerosas críticas, es digno de elogio. Primeramente, cuenta con una red de ojeadores sublime, experta en reconocer el talento foráneo antes de que explote. Después, por la determinación para cerrar sus fichajes, a sabiendas de que suelen invertir grandes cantidades de dinero por jóvenes que cotizan al alza. Más por lo que pueden ser que por lo que son en ese momento. Seguidamente, el Leipzig cumple con su parte, de convertir las condiciones de la materia prima, en realidades. Y, por último, por su capacidad de reinvención.
Mucha culpa de ello la tiene Ralf Rangnick, que si bien decepcionó en su último trabajo al frente del Manchester United, supo cómo hacer crecer al cuadro de Sajonia. Ejerció como director deportivo del Leipzig y el resto de clubes del conglomerado Red Bull entre 2012 y 2019, años en los que pasaron de la cuarta división del fútbol alemán a establecerse en la aristocracia de la Bundesliga. Su sucesor fue Oliver Mintzlaff, quien salvaguardó la buena gestión. Y, actualmente, el encargado de esa labor es Max Eberl, antiguo arquitecto del Borussia Mönchengladbach.
Otra de las patas imprescindibles del éxito del Leipzig reside en las academias de las que dispone. Principalmente, a través del Salzburg, el equipo austriaco conocido de forma informal como su hermano pequeño. Un banco de pruebas en el que testar de qué pasta están hechos esos futbolistas que, a su vez, dan los primeros pasos en el Liefering, este sí reconocido como un filial al uso. Eso, por no hablar de que, minoritariamente, el Bragantino de Brasil o el New York RB también sirven para explorar los mercados al otro lado del charco.
😕 La asignatura pendiente
Si jugamos a elaborar uno de estos onces que están tan de moda, aglutinando los jugadores recientes que han pasado por el club, nos quedaría un plantel perfectamente apto como para ganar la Champions. La pregunta entonces debería ser: ¿por qué el RB Leipzig no es una alternativa firme a ganar la Bundesliga y no suele pisar últimas instancias de la Liga de Campeones? En lo primero, habría que matizar que el omnipotente Bayern no contribuye demasiado a que otros equipos ganen el título liguero. Su hegemonía va camino de romper todos los récords.
Los arquitectos del Brighton, un equipo peculiar en la Premier
Sin embargo, que el palmarés de ‘Los Toros Rojos’ se resuma en haber levantado únicamente los dos últimos títulos de Pokal que se han disputado, indica una realidad bastante clara. Mientras actúe como un club vendedor, no dejará de ser un trampolín para sus futbolistas. Extraordinario, pero con un techo marcado. Y sin el máximo arraigo de la plantilla, por ende. Si bien el crecimiento exponencial del Leipzig ha sido uno de los más llamativos del siglo XXI, su estancamiento en este punto del proyecto es otra cruda realidad.