El fútbol tiene ese componente vertiginoso que tiende a engullir el pasado. Aunque hay equipos, momentos y protagonistas que son capaces de parar el tiempo; de dejar una imagen para la posteridad. Gareth Bale es uno de estos personajes. Capaz desde su rebeldía —a veces entendida como desidia— de llevar como si nada el peso de 101 millones en su camiseta y de poner de los nervios a aliados y rivales. Un incomprendido. Incluso alguien podrá hablar de futbolista irrelevante. Pero su historia no se entiende sin el Real Madrid, y el Real Madrid no sería lo que es sin Gareth Bale. En el décimo aniversario de ‘La Décima’, todo el mundo se acuerda de Sergio Ramos y de su cabezazo en el minuto 93. Pero el galés fue el encargado de darle la vuelta en la prórroga a esa final ávida en Lisboa contra el vecino de patio: el Atlético de Madrid. Después llegarían dos goles más, es cierto. Pero el camino ya estaba abierto.
Igual los madridistas —o aficionados al fútbol— también lo recuerdan por la carrera en 2014 ante Marc Bartra en Mestalla frente al Barça o por la chilena en 2018 en la final de la Champions League contra al Liverpool. El ‘Expreso de Cardiff’ dejó su aportación en la historia del club blanco. Para lo bueno… y para lo malo. Valoren ustedes mismos si pequeña o grande. Nunca llegó a convencer. Las lesiones también le persiguieron. Le dio igual. «Gales. Golf. Madrid. In that order». Porque la bandera de Bale también era eso. La de un niño que no obedece a órdenes; que fluye a base de impulsos y deseos. Estuvo donde tenía —y quería— estar. Eso sí lo entendía, pese a que a veces no involucrara al Madrid. Al fin y al cabo, en un fútbol donde solo se recuerda al ganador, qué importa todo lo demás.
⭐ Una conexión especial con la Champions League
Las noches de Champions siempre son especiales. El aroma no se puede comparar con otras competiciones. Hasta los que rehúyen del fútbol atienden catatónicos al momento de ese himno que consigue poner la piel de gallina. Incluso el césped se ve más bonito con ese balón plagado de estrellas. La Copa de Europa es un escaparate mundial, y también lo fue para Gareth Bale. En la temporada 2010/2011, el Tottenham, liderado por Luka Modrić y con un casi adolescente Harry Kane en el banquillo, consiguió colarse de nuevo en el torneo 49 años después. Los ingleses se vieron encuadrados con el Inter de Milán, que venía de ganar el triplete bajo las órdenes de José Mourinho.
Los nerazzurri eran los rivales a batir. En la tercera jornada del Grupo A, con la clasificación en juego, el Giuseppe Meazza y el mundo entero presenció una actuación brillante de un futbolista desconocido hasta el momento. Bale, en otra demostración de su personalidad, no se le ocurrió mejor escenario para presentarse. Con las dudas de si era un ‘3’ o un ‘11’, incluso muchas veces las dos cosas, ese joven galés de 21 años, pálido como el papel, con orejas saltonas y robusto de cuádriceps, cabalgó por el sector zurdo y descabalgó al Inter con un hat-trick. Nice to meet you. Ganó el Inter 4-3, los cuatro goles italianos llegaron en la primera mitad, pero Bale y sus salvajes carreras coparon las portadas del día siguiente. Fue el primer acercamiento amoroso del chico nacido en Cardiff con la Champions.
El relato de Bale siguió en el Real Madrid. Comenzó el 1 de septiembre de 2013. Aterrizó como un jugador que tenía que ser la puntilla a los Cristiano Ronaldo, Benzema, Sergio Ramos, Xabi Alonso y compañía y que dejó algo fríos a sus fieles. Tuvo que cambiar de lado; la izquierda era para CR7. Así que, a pierna cambiada, su adaptación no fue fácil. Eso, y que tenía un físico de cristal. Aunque su andadura en España no pudo empezar mejor. La temporada 2013/2014 fue clave en Chamartín. Bale entró directo en la historia madridista. Gol ante el Barça para birlarle una Copa del Rey y, poco después, tanto decisivo, después del de Ramos, claro, para ganar ‘La Décima’. El Madrid llevaba muchos años, 12 en concreto, soñando con redondear a la excelencia el número de Champions.
Ese gol hizo saltar del asiento al mismísimo Florentino Pérez, algo poco habitual y que rompió con la solemne seriedad habitual del laureado presidente. Él sabía que era la sentencia final. El gol que iba a elevar al Madrid a una esfera nunca antes conocida por ningún club en el mundo. El trampolín definitivo para multiplicar los beneficios del club y el nacimiento de un tridente mágico: la BBC. Bale siempre ha sido especial y ha brillado cuando ha querido, casi siempre en las grandes noches. En la Champions League. Desde Milán a Lisboa. Y eso no se lo puede quitar nadie.
😎 Gareth Bale nunca dejó de ser Gareth Bale
La expectación tras su primera temporada de blanco fue mundial. Su unión con Cristian Ronaldo y Benzema, también. Aunque convivir con ellos dos, sobre todo con el portugués, no fue fácil. Pero Bale sobrevivió. Aunque el peaje no fue barato precisamente. Los británicos nunca lo han tenido fácil en el Real Madrid. Bale tampoco lo tuvo. Siempre en el ojo del huracán. Perseguido por sus lesiones, sus gestos pasivos en la banda o amagando con salir del club a final de cada temporada. Incluso se le llegó a achacar que escondía una lesión crónica y que eso era el desencadenante de varias ausencias con el equipo. En verdad fueron muchas. Demasiadas para la exigente grada del Santiago Bernabéu. Eso, y su pereza o torpeza camuflada para aprender a hablar español, puso a varios sectores del madridismo en su contra. Pero Bale siguió repitiendo su fórmula. Ser él mismo; temporada tras temporada. Con sus polémicas, sus lesiones, sus dudas… y sus decisivos y redentores goles. No sucumbió a la voz popular.
Quizás por ese motivo no se lo llevó la ola que genera un club tan grande como el Madrid, que se ha comido a muchos futbolistas con talento, pero que no han mostrado la personalidad suficiente. Su predilección por Gales y el golf acabó de romper su relación con la parroquia blanca. El desgaste fue aumentando. Él no se sentía cómodo y prefería evadirse o centrar sus energías o momentos sanos en cosas placenteras para su persona. Incluso intentaron destensar su situación con una cesión en 2020 al Tottenham, club donde se dio a conocer. Pero tampoco funcionó. Empezó bien, pero acabó con un papel secundario. Estuvo casi nueve años en Madrid y ganó cinco Champions League. Solo fue titular en dos: en la de 2014 y en la de 2016. Las dos ante el Atlético de Madrid. Fue suplente en Cardiff ante la Juventus y también en Kiev frente al Liverpool, aunque marcó dos goles para decantar esa final. En la última, en 2022, de nuevo ante los reds, ni siquiera jugó. Esto habla del paso del Bale por el Madrid. Una montaña rusa. Picos y valles. Aunque varias veces decisivo. Su palmarés habla de cinco Copas de Europa, tres Ligas españolas, una Copa del Rey, tres Supercopas de Europa, cuatro Mundiales de Clubes y tres Supercopas de España vestido de blanco. Después salió a la MLS cinco meses para llegar al Mundial de Catar con ritmo. Jugó en Los Ángeles FC y ganó el título de liga… marcando en la prórroga un gol clave. Acto seguido, con 33 años y recién empezado el 2023, se retiró. Ahora juega al golf como un profesional y, simplemente, disfruta de la vida. Cuestión de prioridades. Gareth Bale, un genio incomprendido.
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